Nos ha dejado José María Valeiro Iglesias, presidente durante más de 20 años del Club Santo Domingo de Betanzos, un enorme directivo y una extraordinaria persona
Para entender la figura de José María Valeiro Iglesias, me van a permitir que cite una historia personal. La tarde del 31 de diciembre de 2005 perdí a mi padre. Entre mis amigos estaba un camarero que tuvo que salir apresuradamente del tanatorio para ir a trabajar. Ese camarero apareció más allá de la una de la madrugada de vuelta y me contó que al llegar al evento, el contratador dijo que le sobraba una persona, y la elegida era una joven, madre soltera, que se quedaría sin trabajar y sin ese ingreso, imprescindible para salir adelante con su niño. Este camarero se puso el abrigo y salió por la puerta diciendo que “esa noche tenía un sitio más importante donde estar, y el dinero que iba a cobrar, también”.
Mi buen amigo me acompañó un triste 31 de diciembre de 2005 en el tanatorio, cuando falleció mi padre, y dejó su lugar en el trabajo a una compañera que lo necesitaba más que el
Era José María Valeiro Iglesias, presidente de un club, Santo Domingo de Betanzos, que en 2003 atesoraba poco más que una deuda de 250.000 pesetas, una sanción deportiva de dos años por impago y una docena de niños que no tenían ni quién los entrenase. Solos en la pista deportiva, un viernes noche, se encontraban los chavales sin nadie que los acompañase a jugar el día siguiente. Quien los acompañó fue, otra vez, Valeiro.
El mismo que asumió aquella primera de muchas deudas. El que fue poco a poco reclutando voluntades y acabó conformando un equipo técnico del que tuve la suerte de ser partícipe y que aupó la cantera del Santo Domingo a ser lo que hoy es, involucrando centenares de familias. Plantando sus equipos en campeonatos de España, ligas nacionales y organizando brillantemente varios campeonatos de España de Baloncesto. Un pueblo de poco más de 13.000 almas, situado en el mapa del baloncesto nacional. Un pueblo que vio como su equipo de baloncesto ascendía y ascendía hasta llegar a la categoría nacional con “su gente”.
Ha habido muchos Tyson Pérez. Ha habido muchos Abdou. Anónimos todos, ellos y ellas, que sabían que José María era el puerto seguro, el refugio a donde acudir cuando la tormenta nublaba el horizonte
El mismo Valeiro Iglesias que cruzó esa España en su coche para acudir a una comisaría de Alicante sólo para arreglar un expediente de extranjería, para que un joven macedonio pudiese jugar al baloncesto.
El que abrió las puertas de su casa a un desnutrido y asustado Abdou y que, años más tarde, llegó a negociar para el jugador su primer contrato profesional.
Y por supuesto, el mismo Valeiro Iglesias que, como es ya historia sabida, fue un padre para Tyson Pérez y el punto de apoyo para que pudiera labrarse un futuro y convertirse en el jugador que hoy es.
Ha habido muchos Tyson Pérez. Ha habido muchos Abdou. Anónimos todos, ellos y ellas, que sabían que José María era el puerto seguro, el refugio a donde acudir cuando la tormenta nublaba el horizonte. El que haría una llamada de teléfono para facilitar una entrevista de trabajo. El que daría la cara por quien nunca la da nadie, los más jóvenes. El que dilapidó (y él no me dejaba usar esta palabra) casi doscientos mil euros de su patrimonio durante estos 20 años, porque llegado el momento de pasar recibos, los de “la familia” no entienden de parientes.
Hay personas que dejan un vacío imposible de llenar y José María Valerio será un referente eterno para todos los que hemos tenido la suerte de compartir nuestra vida con esta extraordinaria persona
El que recuperó el orgullo de ser Santo, como nos gusta decir en esta Casa. El que consiguió que el Santo fuese un modelo y forma de hacer las cosas.
Pequeña Maia Isabel, no vas a conocer a tu padre, pero mientras nos quede un suspiro de vida, haremos lo que esté en nuestra mano para que te sientas orgullosa del gran hombre que fue.
“Ganarse el respeto de las personas inteligentes y el aprecio de los niños; merecer el elogio de los críticos sinceros y mostrarse tolerante con las traiciones de la gente falsa; saber apreciar la belleza y hallar lo mejor en el prójimo; dejar un mundo algo mejor, bien sea por medio de un hijo sano, de un rincón de jardín o de una condición social redimida; saber que al menos una vida ha alentado más libremente, gracias a la nuestra: eso es haber triunfado”. Ralph Waldo Emerson.
Javier Codesido