Hace unos días, invitado por Pedro G. Mocholí, – Feria Valencia- tuve la ocasión de visitar y conocer Gastrónoma, la feria gastronómica del Mediterráneo, que este año ha celebrado en Valencia su novena edición. Mocholí, además de gastrónomo, periodista y extraordinario prescriptor de su tierra es también asesor externo y responsable de contenidos de Gastrónoma, por lo que ir de su mano me permitió conocer este evento en toda su dimensión. Que es mucha.

Miles de profesionales de la hostelería, entendida desde sus más diversos ámbitos, se han dado cita en la feria valenciana, poniendo de manifiesto la importancia del certamen tanto para el propio sector como para el turismo gastronómico de la comunidad valenciana. Una vertiente del turismo cada vez más en auge. Y lo es gracias al buen hacer demostrado por los profesionales de la gastronomía levantina, que han conseguido revertir la tendencia y la imagen que tradicionalmente se ha asociado con aquella región.

Esa es una de las muchas lecciones que podemos aprender. Es cierto que la situación en Galicia es muy diferente. Nuestra gastronomía goza de un notable prestigio, hasta el punto de que lleva ya mucho tiempo convertida en reclamo turístico. Pero no por ello podemos echar las campanas al vuelo ni dormirnos en los laureles, porque, como es el caso de Valencia, hay otros destinos que vienen pisando muy fuerte. No es casualidad que en el top 5 de los mejores restaurantes de España se sitúen dos de aquella región, como son Quique Dacosta y Ricard Camarena.

Pero volvamos a la feria. En Gastrónoma la presencia gallega se limitaba a un stand de Estrella Galicia y a otro de la Consellería do Mar. Una presencia escasa a todas luces, dada la repercusión del evento y las posibilidades de negocio que ofrece un mercado como el mediterráneo.
Sin perder el norte, creo que bien harían los productores gallegos en tener en cuenta en sus futuras ediciones este excepcional escaparate. Me fui de Valencia con la sensación de que Gastrónoma es el sitio en el que hay que estar en este momento. Y así me lo hicieron llegar también varios de los expositores allí presentes, absolutamente satisfechos por el rendimiento, la acogida y la visibilidad del evento.

La feria representa un modelo de gastronomía creativa, moderna y muy acorde con los tiempos. Nada que ver con ejemplos trasnochados que aún perviven en el calendario ferial del sector a nivel nacional. En Gastrónoma estaban presentes 272 marcas expositores y ha contado con 230 ponentes. Entre otras actividades, se realizaron jornadas dedicadas al carbón (con ejemplos prácticos para poner en valor el mundo de la brasa de la mano de grandes referentes nacionales e internacionales) o una competición de panettones.

En Gastrónoma, la tradición hecha a fuego lento y la vanguardia en la cocina compartían espacio y sinergias. Y eso siempre resulta estimulante. Pero, ya digo, más allá de cuestiones que tienen que ver con las preferencias de cada uno, la feria tiene unas potencialidades enormes de cara a situar nuestro producto y nuestra gastronomía en una región (y un mercado) que apuesta cada vez más por la excelencia, como felizmente he podido acreditar durante estos días.