Por Susana Muñoz

Que ni a Pedro Sánchez, ni a sus compinches, ni siquiera a sus socios prioritarios como Yolanda Díaz, le interesa Galicia ni lo más mínimo es un hecho irrefutable. Desde que asaltó la presidencia del Gobierno de la mano de la extrema izquierda y de los independentistas más recalcitrantes, todas las decisiones del otrora chico de los recados de Pepiño Blanco han perjudicado a los gallegos en cada uno de sus pasos.

Las infraestructuras, las industrias estratégicas, la pesca, el rural y los fondos Next Generation son algunas de las pruebas del desprecio que Sánchez siente a un territorio que, con toda la razón, le da la espalda elección tras elección, da igual el palmero que elija para presentarse. Y es que el problema no es de filosofía, sino de priorizar a quien le permite seguir en el Falcon y en la Moncloa a costa del resto de los españoles.

El ejemplo más palmario del desprecio de Sánchez a Galicia es el AVE. En mayo del 2018, cuando desalojó por las bravas a Mariano Rajoy de Moncloa, el plazo estimado para la llegada de la alta velocidad a Galicia era la segunda quincena de diciembre de aquel año. Ese era el compromiso de la ministra Ana Pastor y, teóricamente, era asumido por el nuevo Gobierno. De hecho, el titular de Transportes entonces, el polémico José Luis Ábalos, se paseó varias veces por Galicia, el único, por cierto, ratificando el compromiso.

El listado de excusas se convirtió en infinito y Sánchez, por boca de esos ministros que también parecen despreciar a Galicia, y de sus delegados en esta Comunidad, los innombrables, por incapaces, Javier Losada, José Miñones, José Ramón Gómez Besteiro o Pedro García. han ido posponiendo, cada seis meses la nueva fecha. Y eso hasta hoy, que seguimos sin saber cuándo llegará esa alta velocidad a Santiago, A Coruña y Vigo, que prometió hacer realidad hace cinco años. El agravio es de tal calibre que hasta Asturias estrenará AVE antes que Galicia, cuando las obras empezaron con mucha posterioridad. Ese mismo desprecio es extensible al uso de los trenes Avril de última generación, también largamente prometidos y que nunca acaban de aparecer.

Y qué decir del imprescindible corredor Atlántico de mercancías para conectar los dos puertos más cercanos al Canal de Panamá, A Coruña y Vigo, con la red europea, minimizar los costes, reduciendo el impacto medioambiental y permitiendo a una región periférica explotar al máximo su potencial para atraer población e industrias.

El insulto a los gallegos es tal que Pedro Sánchez solo nombró un comisionado cuando las tres comunidades del noroeste se unieron. Pero, fruto de su ignorancia y desconocimiento, lo instaló en Valladolid y evita explicar sus planes a todos los gallegos, políticos, empresarios y sociedad civil en general. El colmo del desprecio es que en el nuevo plan director del Ministerio ni siquiera se contempla el nuevo acceso a Galicia, aunque el primer tramo, en Olmedo, está ya en obras.

Tampoco conviene olvidar el abandono de la A-6 a su paso por la provincia de Lugo, que condena a los gallegos, y a quienes quieren entrar o salir de Galicia, a transitar por carreteras de mediados del siglo pasado, con las consiguientes demoras en su uso. Y todo ello por racanear unos treinta millones de euros para acometer la reparación del viaducto de Piedrafita en los dos sentidos a la vez. Treinta millones frente a los 70.000 que le reclaman los catalanes. Juzgue usted mismo si Sánchez desprecia a Galicia. Y esta vez, no va a convencernos con la pueril excusa de que cambia de opinión.

La sociedad gallega tiene que reaccionar, los representantes empresariales, sindicales y políticos tienen que denunciar y exigir porque está en juego el futuro de nuestra tierra.