El mes pasado, cuando le preguntaban al ministro de Agricultura sobre la imparable subida de los precios de los alimentos, éste afirmaba que había razones para pensar que el Índice de Precios de Consumo (IPC) de los alimentos había tocado techo. A la vista de las proyecciones del Banco de España sobre la economía española para 2023, se puede comprobar que las declaraciones de Luis Planas no sólo pecaban de un exceso de optimismo, sino que directamente construían castillos en el aire. Tal vez, las razones a las que aludía el ministro carecían de una base sólida y únicamente estaban motivadas por su confianza ciega en la eficacia de las medidas aprobadas por el Gobierno consistentes en la supresión del Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA) de los productos que ya tenían el tipo reducido del 4% y la rebaja del 10% al 5% del IVA de los aceites y las pastas.
En efecto, uno de los avisos del Banco de España es que la inflación de los alimentos no sólo no ha tocado techo, sino que seguirá alta durante todo el año. A pesar de que la previsión de la inflación media para el año 2023 se sitúe en el 3,7% por la moderación de los precios de la energía que se vaticina, la inflación media prevista para los alimentos en 2023 alcanzará el 12,2%. Sin embargo, para evitar confusiones y no perder de vista lo problemático de la situación, conviene recordar que este incremento estimado se aplicará sobre unos precios que ya el año pasado crecieron a un ritmo del 12%.
Al respecto, la vicepresidenta primera del Gobierno, Nadia Calviño, abandonando la línea de su compañero del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, pero sirviéndose de acrobacias lingüísticas para no reconocer el problema directamente, ha destacado que «estamos viendo una fuerte resistencia a la baja de los precios de los alimentos». Hasta en cinco ocasiones hizo uso de esa fórmula eufemística en una intervención reciente para no decir con claridad que los precios de los alimentos no paran de subir.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), los precios de los alimentos y bebidas no alcohólicas siguen batiendo récords, convirtiéndose la inflación de estos productos en la más alta de la serie histórica iniciada en 1994. Tras la subida del 15,7% en diciembre, del 15,4% en enero y del 16,6% en febrero, durante el mes de marzo los precios de los alimentos y bebidas se incrementaron un 16,5% frente al mismo mes del año pasado, una décima por debajo.
El protagonismo de las fuertes subidas está recayendo principalmente en los alimentos frescos como las legumbres, hortalizas y frutas. En particular, los alimentos que más se han encarecido frente al año pasado son el azúcar (50,4%), la leche entera (30,4%), el aceite de oliva (28,1%), las legumbres y hortalizas (27,8%) y los huevos (24,5%).
Entre las causas de esta «fuerte resistencia a la baja» del precio de los alimentos en comparación con el IPC general se encuentra el retraso con el que las variaciones de los costes de producción se trasladan a lo largo de toda la cadena alimentaria, pues el ajuste no se produce de forma inmediata. En la actualidad, los lineales de los supermercados están mostrando, con un desfase temporal de entre uno y dos años, la subida de los costes de producción que los agricultores han venido padeciendo en partidas como semillas, piensos, fertilizantes, electricidad o combustibles, por no hablar del reciente encarecimiento de la contratación con la subida del Salario Mínimo Interprofesional y de las cotizaciones a la Seguridad Social. Por lo tanto, aunque para este año se prevea una moderación en el precio de los insumos, el mercado no responderá automáticamente, sino que habrá que esperar al año 2024.
Ante la fuerte resistencia a decir la verdad del Gobierno, lo único cierto que los precios de la cesta de la compra llevan 11 meses seguidos subiendo a doble dígito respecto a sus meses equivalentes del año anterior. Como ha apuntado el INE, los niveles de inflación han alcanzado máximos históricos y, previsiblemente, durante todo este año seguirán sin dar un respiro a las familias. Los bolsillos de los consumidores se verán resentidos por culpa de la continua pérdida de poder adquisitivo y todo esto, sumado a las consecuencias que acarrea la subida de tipos de interés, provocará una situación económica muy compleja que afectará a la economía financiera familiar y a los niveles de ahorro.
Florencia Malga