La prueba que constata esta afirmación es que la presidenta de la CE, Úrsula Von der Leyen, acaba de dar marcha atrás a la reducción del 50% de los fitosanitarios, y a la obligación de dejar parte de la tierra cultivable en barbecho. La Comisión tendrá que rectificar tres veces más para eliminar los ecoregímenes, reducir la burocracia y acabar con la competencia desleal.

Los agricultores europeos llevan 15 días de movilizaciones y es muy probable que los cortes y las tractoradas se prolonguen al menos otras dos semanas, si los gobiernos de los estados miembros y la propia Comisión Europea (CE) no se ponen manos a la obra para corregir los tremendos errores cometidos en las dos últimas décadas con su Política Agraria Comunitaria (PAC).

Cuando en el sector primario se anteponen los condicionantes medioambientales, frente a los sociales y económicos que conllevan la agricultura y la ganadería, tenemos un serio problema.

Mientras nuestros agricultores y ganaderos tienen que hacer cábalas a diario para ver cómo rentabilizan sus explotaciones, los productos foráneos campan a sus anchas por el Viejo Continente.

La PAC ha reducido las ayudas directas a los agricultores, mientras los costes de producción se han multiplicado. Además, con la imposición de los ecoregímenes, las tierras cultivables ven reducida su producción. Por si no fuera suficiente, la Comisión debe pensar que los agricultores tienen un cuerpo de funcionarios como ellos para atender la inabarcable burocracia que se les exige. Y mientras nuestros agricultores y ganaderos tienen que hacer cábalas a diario para ver cómo rentabilizan sus explotaciones, los productos foráneos campan a sus anchas por el Viejo Continente.

La obsesión por el Pacto Verde Europeo, el último ‘juguete’ creado por la CE, no puede permitir que la riqueza agrícola y ganadera de Europa se vean ‘invadidas’ por el sector agropecuario de terceros países.

Mientras Europa aprieta cada vez más a nuestros agricultores, proliferan los acuerdos comerciales con terceros países sin que se establezcan las mismas limitaciones que a los productores autóctonos.

Es intolerable que mientras en Europa se pretende reducir la producción de alimentos y carne con estrambóticas leyes de bienestar animal; con imposiciones medioambientales desmedidas, y con rigurosas restricciones en la utilización de piensos y fitosanitarios, proliferen los acuerdos comerciales con terceros países, muchos de los cuales escapan a cualquiera de las imposiciones y limitaciones que tienen los agricultores y ganaderos europeos.

Los costes de producción en muchos de esos países están por debajo de la mitad de los europeos; no existen las imposiciones medioambientales que aquí padecemos, ni las restricciones para la utilización de piensos y productos fitosanitarios, y la trazabilidad del producto, cuando menos, es cuestionable, con lo que ello supone para la seguridad alimentaria.

Una Europa con dependencia alimentaria de terceros países, será mucho menos verde y con un futuro más negro.

Los agricultores de Holanda, Italia, Grecia, Alemania y Rumanía fueron los primeros en protagonizar las movilizaciones desde hace 15 días. Pero ya han llegado a España y a Galicia. Lugo y Orense protagonizaban concentraciones y tractoradas el pasado martes. Pero es cuestión de tiempo que todos los ganaderos y agricultores gallegos se sientan agraviados.

Los ‘bienpagados’ eurodiputados, que en breve renovarán su ‘contrato laboral’, deberán ponerse a trabajar con un mínimo de sensatez y sentido común, para hacer compatible la defensa de un sector primario fuerte con una transición verde aceptable, y no obsesiva.

Una Europa más verde será maravilloso, pero con una dependencia de terceros países, para cubrir nuestras necesidades básicas como la alimentación, será mucho menos verde y bastante más negra.