Tras un mes de paréntesis estival en el que he estado ausente de mi cita semanal con los lectores de este diario, retomo el curso. Y no vayan a pensar que en un punto muy diferente al que lo dejé. Seguimos hablando de las mismas cuestiones, seguimos teniendo las mismas tareas pendientes y los problemas y asuntos que nos ocupan siguen siendo también similares a aquellos de los que hablábamos en julio.

Con todo, habría miles de temas con los que poder empezar esta nueva temporada. Podría hablar de la constitución (o no) del nuevo Gobierno. Del más que probable gatillazo de Núñez Feijóo y de la posible creación de un nuevo gobierno “de progreso”. Denominación, por cierto, que me hace mucha gracia. Porque el Gobierno “de progreso” que ha dirigido nuestros destinos en los últimos años no solo no ha sido quien de progresar, sino que  ha sido el último en recuperar el PIB que España tenía antes de la pandemia.

Pero ya que asoman a este texto los datos económicos, me gustaría centrarme en uno que conocimos hace unos días. Y no es otro –y no es poca cosa- que el de que la provincia de Pontevedra es el territorio con mayor superávit comercial de todo el país. Es decir, que Pontevedra es la provincia en la que la diferencia entre ventas y compras en el extranjero es mayor, con un saldo a nuestro favor de 2.934 millones de euros.

Durante el primer semestre de 2023, las empresas pontevedresas facturaron en el exterior 7.622 millones de euros, un 22% más que en 2022, en tanto compararon en el extranjero 4.745 millones, un 19% menos que en el mismo periodo de 2022.

¿Qué significa esto? Pues que Pontevedra es la provincia que, proporcionalmente, más aporta al Estado. ¿Y en qué repercute? ¿Tenemos más inversiones públicas, un plus de servicios, mejores infraestructuras…? La lógica dice que debería ser así pero es evidente que la realidad demuestra que no.

No solo no tenemos ningún “premio” por tener el mayor superávit comercial sino que día tras día vemos como nos quedamos a la cola en todas esas cuestiones en las que deberíamos vernos favorecidos. Basta con mirar a nuestros vecinos del norte, sin ir más lejos. Allí se promueven grandes infraestructuras, como los puertos exteriores, que a su vez atraen grandes inversiones de empresas privadas, cuentan con conexión ferroviaria directa de alta velocidad, dos aeropuertos, dos universidades y un ratio de camas hospitalarias y de camas en Ucis por habitante sensiblemente mayor al nuestro.

Es por ello el título de este artículo, apropiándome –y seguramente con más razones y derecho- de la manida expresión a la que con tanta frecuencia recurren los nacionalistas catalanes. España nos roba. O cuando menos, no nos da lo que por justicia nos debería corresponder. Lo que viene a ser lo mismo.

Pontevedra aporta mucho más de lo que recibe. Una situación que debería corregirse de inmediato. Pero ni los anteriores gobiernos ni este han hecho nada por remediarlo. Y mucho me temo que el próximo que se configure, tampoco lo hará. Y seguiremos resignándonos. Y yo seguiré escribiendo artículos como este cada cierto tiempo. Y ustedes seguirán mirando con envidia como las grandes inversiones públicas pasan por delante de nuestras narices pero no se detienen.

No pedimos tanto. Solo que nos den lo que merecemos. Yo no quiero una suite en Montecelo cuando esté enfermo. Lo que quiero es, sencillamente, tener el mismo número de camas que tienen otros que aportan bastante menos.