España ha hablado en las urnas y ha sido contundente. La población se situó en la franja ideológica que va del centro derecha al centro izquierda. Las 15.852.810 papeletas que reúnen PP y PSOE se traducen exactamente en el 64,75% de los votos emitidos y les otorgan 258 escaños en el Congreso. Sin duda el reflejo más fiel de la voluntad mayoritaria de la Sociedad española, y la mejor coalición posible para dar estabilidad política y garantía jurídica a nuestro país.
El PP fue la fuerza más votada y le resultará imposible conformar un gobierno tras el plante anunciado por el PNV, pero el PSOE no lo tendrá mucho más fácil. Y lo peor de todo es que si llegara a gobernar estaría chantajeado y condicionado por independentistas y nacionalistas durante 4 años.
A cada paso impedirán que España avance a la velocidad de crucero que necesita, en un marco de estabilidad propicio para que volvamos a ser un modelo de país admirado, respetado y atractivo a los inversores, capaces de generar empleo, riqueza y bienestar.
Estos días los analistas políticos sólo parecen contemplar dos opciones, después de que el PNV mostrara su rechazo a iniciar conversaciones con el PP: que el PSOE conforme un gobierno con diecinueve partidos políticos, (15 de Sumar + ERC+JUST+EH-BILDU+PNV) o la repetición de las elecciones.
¿Es tan difícil anteponer los intereses de los ciudadanos a los intereses partidistas? Alemania y Portugal lo han hecho en diversas ocasiones y les ha ido bien. ¿Será que ellas sí son democracias occidentales maduras y aquí somos incapaces de alcanzar la mayoría de edad?
Ya es hora de que nuestra clase política madure y se ponga a la altura de las circunstancias, como hacemos los ciudadanos cada vez que tenemos que enfrentarnos a las dificultades que ellos mismos nos provocan.
Alberto Núñez Feijoo debe ser generoso, ganar en habilidad política y proponer a Pedro Sánchez un gran pacto de gobierno, donde PP y PSOE muestren la solvencia de un país cuyo consejo de ministros sea compartido con intercambio de carteras a los dos años. Y Pedro Sánchez debe acceder a esa gran coalición, porque sabe que las segundas partes nunca fueron buenas y, además, se atisban grandes nubarrones.
Evidentemente hay que tener presente la diversidad y la pluralidad de España, pero nunca bajo el chantaje (JUST-BILDU), la chulería (PNV) y la amenaza (ERC), entre otras razones porque con un escaso 6% de los votos (1.464.661), que se traducen en 25 escaños, esos partidos minoritarios no pueden poner en jaque a 45 millones de españoles.
Llegados a este punto no podemos olvidarnos de una figura clave. El Rey, quien como Jefe del Estado quizás tenga que abandonar el guion habitual para encargar la formación de gobierno a quien más apoyos tenga, y ponerse manos a la obra para propiciar esta gran coalición.
Sánchez sabe perfectamente que la economía no va como una moto, que se avecinan importantes restricciones procedentes de la Unión Europea, y si se tiene que comer él sólo todo lo que ha sembrado se puede atragantar. Y Feijoo escuchó el domingo los tambores de guerra desde el balcón de Génova. Ambos pueden estar ante su última oportunidad de gobernar España. Si tuvieran altura de miras gobernarían en coalición.