Tras la pandemia, se han incrementado de forma notable los precios de todos los servicios relacionados con el turismo y esta circunstancia está afectando a su competitividad.
El turismo, y sus actividades relacionadas, son una de las partidas que más contribuyen al PIB de España. En el turismo se engloban actividades hoteleras, restauración, viajes, así como la industria pujante de los “pisos turísticos o Airbnb”, que no se puede englobar en hostelería. Es indudable que España es un paraíso natural para el turista; el hecho de tener cerca tantos paisajes hace que sea uno de los destinos más demandados del mundo.
Con la excusa del Covid y de la Guerra de Ucrania, se ha producido un aumento de precios en todas las industrias relacionadas con el turismo, con el objetivo claro de “mantener márgenes”. Ya sea una habitación de hotel, un vuelo en avión, una actividad en alguna experiencia, un plato en algún restaurante o un piso turístico; ha visto crecer su precio en los últimos cinco años. Y en algunos casos, no hay afectación ninguna por la subida de precios generalizada de la economía.
El turista nacional está empezando a valorar las ofertas de turismo internacional, debido al fuerte incremento de los precios del mercado nacional
Es por ello, por lo que el turista nacional está empezando a valorar otras alternativas fuera de España, porque por lo mismo o un poco más de presupuesto, pueden optar a turismo internacional. Por parte del turista extranjero, se aprecia la oferta de sol y cultura que aporta el país, pero cada vez es menos competitiva.
En la primera década de los años 2000, España elevó tanto sus precios, que los países mediterráneos de África empezaron a ser muy competitivos contra la oferta turística española. Los eventos culturales, conocidos como “la primavera árabe”, que sucedieron al iniciarse la década del 2010 hicieron que la inseguridad en países como Egipto, Túnez o Libia dejaran de ser atractivos para el turista internacional. Los turistas volvieron el foco hacia España, que en ese momento bajaba sus precios al atravesar la crisis financiera (2008-2012).
En general, tras la pandemia, la sociedad española se ha vuelto más consumista, singularmente de la oferta de ocio y, en particular, de turismo
Desde 2012 no se puede decir que haya habido una bonanza económica en España, pero si un moderado crecimiento cercano al 2% anual de media, creado a raíz de la ingente impresión de deuda. Sin embargo, el cambio en el patrón de consumo del turista se puede achacar a la pandemia del COVID. En general la sociedad española se ha vuelto más consumista, lo que repercute en la baja tasa de ahorro de la población. El Covid, hizo que el “vivir el momento” sea una constante, y la imposibilidad de comprar una vivienda por parte de las nuevas generaciones hace que no tenga sentido ahorrar; por lo que esa parte es destinada al ocio. En particular, al turismo.
Los festivales de música agotan en pocas horas la venta de entradas y los precios de alojamiento tradicional se disparan, lo que provoca que se busquen otras alternativas
Los festivales de música se reproducen por todo el territorio, lo que hace que los carteles se diluyan ante la menor concentración de artistas de calidad, pero sin embargo los precios de pernoctaciones cerca de este tipo de actividades han subido notablemente. Y lo peor es que se está llegando a un precio en el cual los clientes empiezan a buscar alternativas.
En la segunda mitad del siglo XX, España se consideraba un país barato a nivel de alojamiento o alimentación, comparado con el norte de Europa., por lo que el turismo floreció de manera importante. El problema es que, en la actualidad, se están elevando, en general, los precios por encima del valor aportado. Dicho de otra manera, ahora los turistas nacionales tienen alternativas como Marruecos, Albania o Sri Lanka por precios similares a lo que pagarían en España. Tampoco en España es lo mismo irse a Baleares que a Extremadura.
España tiene la diferenciación correcta para elegir a un turista dispuesto a gastar, pero a cambio hay que ofrecer un valor añadido para que vuelva
En general, hay diferentes tipos de turismos en España, pero la media de precios comparadas con otros años, así como con la renta per cápita española, demuestra que los precios nacionales están caros o poco competitivos. Y eso lo ve tanto el turista nacional como el internacional. Es preferible aportar un valor antes de timar sostenidamente al turismo, porque el turismo se puede acabar. Y con todo esto no estamos entrando a valorar temas de regulaciones provinciales, autonómicas y estatales, que encarecen todos los servicios.
España no es cara comparada con otros países de su entorno; el problema es que los españoles somos cada vez más pobres y solo podemos optar por viajar a países del tercer mundo con un nivel económico parecido al nuestro
El turismo barato y masivo es un mal negocio a largo plazo. Lo bueno es que España tiene la diferenciación correcta para elegir a un turista dispuesto a gastar, pero a cambio hay que ofrecer un valor para que vuelva. La hostelería española es de las mejores del mundo pues ha creado una industria con características propias, así como la seguridad de un país desarrollado. No hay que ver al turista como el enemigo sino como un eslabón más en una cadena de beneficio mutuo.
Después de todo, España no es cara. Solo hay que compararla con Francia, Alemania, Suiza o Inglaterra para comprobarlo. El problema es que los españoles somos cada vez más pobres y solo podemos optar por países del tercer mundo, donde nuestro nivel económico es más parecido al país al que viajamos. Mientras sigamos retrocediendo en todos los indicadores de riqueza, esta será la tendencia.