No es ninguna sorpresa que en España se pagan muchos impuestos. Normalmente los ciudadanos solo tienen en consideración lo que pagan sobre el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF) pero en el salario hay que contar también las retenciones que se realizan para pagar la seguridad social. Estas retenciones para pagar la seguridad social tienen dos partes, la que está a cargo de la empresa y la que aparece como impuestos en la nómina.

No existe consciencia por parte de la clase trabajadora sobre la parte de la seguridad social que tiene que absorber la empresa ni por otros impuestos que se pagan.

En este artículo vamos a ponerle cifras a las principales retenciones salariales que sufre el trabajador.

Desde el 1 de enero de 2023, el tipo de cotización por contingencias comunes es el 28,30%, siendo el 23,60% a cargo de la empresa y el 4,70% a cargo del empleado. Por lo tanto, cuando hablamos de un salario bruto, a ese salario bruto hay que sumarle el 28,30% para llegar al verdadero coste de empresa. Por poner un ejemplo un salario bruto de 40.000€ sin complementos, con contrato indefinido así con la cotización máxima de accidentes del trabajo y de enfermedades profesionales ascendería a un coste de empresa de cerca de 55.000€ (37% más de coste sobre el salario bruto. Es por ello por lo que, aunque no se conozca, en España se pagan más de un 50% de impuestos por trabajador si tenemos en cuenta las cotizaciones sociales.

Pero realmente lo que es totalmente un abuso es cuando se analizan los impuestos de una persona que, por sus rendimientos laborales, alcanzan el 60% para todo aquel que cobra más de 60.000€ brutos anuales. Luego nos sorprendemos de que el capital humano de alta calidad HUYA de este país al ser expoliado por unos impuestos que no va a recibir; y que en otros países haya una competitividad fiscal que hace que el trabajador maximice su renta disponible. En el gráfico que acompaña a este artículo, extraído de la AIREF en el que se estiman los efectos de la última reforma de las pensiones, se calcula que porcentaje de ingresos del trabajador termina siendo arrebatado por el Estado.

Para esta incultura sobre impuestos o, mejor dicho: falta de visibilidad sobre los mismos, existen varias trampas que se realizan. Primero: se acostumbra a la población a hablar de salario neto porque si se habla de salario bruto se empiezan a descubrir las sorpresas de los tramos en las retenciones del IRPF. Segundo: no hay ninguna consciencia del coste que la empresa asume por la seguridad social del trabajador. Y tercero: como el empresario absorbe
todos los ingresos, son ellos los que tienen que aplicar las retenciones aplicables; si se le diera al ciudadano la cuantía total de su salario y el ciudadano tuviera que realizar las transferencias al Estado del IRPF o de la cotización a la Seguridad Social, resultaría en disturbios a lo largo del país.

Otra manera de ver el coste de empresa: el que se obtiene de la suma de salario neto, IRPF y cotización a la seguridad social; sería pensar en la suma que el trabajador tiene que generar para ser rentable para la empresa. Dicho de otro modo: a menos impuestos, menor coste de empresa por lo que el trabajador necesita generar menos para que le salga rentable al empleador, por lo tanto, las empresas contratarían más. Esto ocurre a la inversa con la subida de impuestos (o aumento de los costes sociales) que al tener que generar el trabajador más para cubrir su salario, muchas compañías dejan de contratar. Y el problema viene porque España es una economía con trabajos que, de media, aportan un valor añadido bajo; por lo tanto, el Estado no puedes subir los impuestos por encima del valor añadido de la economía porque de ése modo se destruye el tejido empresarial.

“Esto de que cada país pueda poner los impuestos que quiera se tiene que acabar, hay que aplicar una fiscalidad común”. Esta afirmación se suele oír cuando se hablar de los diferentes impuestos que se clavan en los países del sur y que se pagan en los otros países de Europa. Se pone el foco en la posibilidad de arbitrar tipos impositivos cuando en lo que se debería poner el foco realmente es en la eficiencia de los Estados. En un Estado ineficiente, habrá que instaurar impuestos altos; mientras que en otro estado más eficiente, se podrán promulgar bajos impuestos; por lo que el dinero fluirá desde el Estado ineficiente al Estado eficiente.

Aparte de los impuestos progresivos como son el IRPF o el pago de la seguridad social, existen impuestos que se tienen que pagar independientemente de las rentas que perciba el ciudadano como el Impuesto sobre Valor Añadido (IVA), el Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales (ITP), Impuestos sobre vehículos de tracción mecánica, Impuestos sobre hidrocarburos e Impuestos especiales (matriculación, bebidas azucaradas, tabaco, alcohol, etc.). Toda esta tipología de impuestos grava la compra o el uso de determinados bienes y servicios. La ineficiencia radica que en que esta clase de impuestos los tiene que pagar igual una persona con un patrimonio de millones de euros que un ciudadano con el salario mínimo interprofesional (SMI).

Y aparte de los impuestos, están las multas; que a todos los efectos son impuestos ya que, si bien no es un tributo per se, implica la transferencia del ciudadano hacia alguna administración del Estado. La única diferencia es la contraprestación, en teoría cuando pagas impuestos se hace a cambio de algún tipo de contraprestación mientras que la multa es una sanción que es pagada al Estado sin ningún tipo de contraprestación esperada. Por ello, en base a la reducción constante que éstos últimos años se está produciendo en las contraprestaciones a los tributos pagados, podemos concluir que los impuestos están tendiendo a ser una multa.