En las elecciones del pasado domingo ha quedado patente una clara voluntad de cambio en la gestión pública de los asuntos que realmente interesan a una mayoría y de los que hacen posible la convivencia.

Una segunda conclusión: el manifiesto giro a la derecha, que deberá realizarse mediante pactos entre los dos partidos que la forman.

Esos pactos deberían someterse a los principios de moderación recíproca y posibilismo de sus reivindicaciones. Uno y otro deberían recordar  las expresiones populares “lo mejor es enemigo de lo bueno” y “el mejor acuerdo es el que no satisface plenamente a ninguna de las partes. Sus acuerdos serán tan legales como los llevados a cabo en la última legislatura y los cordones sanitarios no se cohonestan con la democracia, que se basa en el diálogo y la transacción.

La humildad y el realismo deberían imponerse en el PP, si quiere gobernar, y en Vox, si tiene verdadero interés en implementar algunas de sus propuestas.

Una tercera conclusión es la clara implicación de Sánchez, Feijóo, Abascal y Díaz en la campaña; como consecuencia, cada uno debe asumir las consecuencias.

Díaz –“Sumar no va de partidos”- debe reconocer su fracaso y el de sus patrocinados; tal vez porque muchos de sus ex votantes se han enterado ahora de su opinión sobre la monarquía –“Si hubiéramos cortado la cabeza de un rey, nuestra historia hubiera sido distinta”- y sobre su modelo de democracia: Chávez –“Reconocemos en él al más digno libertador, que ha retomado el sueño de la libertad de los pueblos de América”.