En política, la gente de paz, de construcción, de convivencia, uno a uno, se van marchando para su casa, y son sustituidos por los que sólo entienden la política como desde la confrontación y el frentismo.
Érase una vez un Feudo, donde lo que primaba eran las conquistas por encima de sus ejércitos. Pero cuando esos soldados no creyeron en la dirección de la contienda, entonces, los abandonos se convirtieron en su sino.
Digo todo esto porque, en política, la gente de paz, de construcción, de convivencia, uno a uno, se van marchando para su casa, porque los están dejando sin un sentido por el que seguir.
Las personas prudentes y cabales están siendo expulsadas por los forofos radicales y por el incesante fuego amigo
Los que desearíamos una cosa pública mucho más tolerante y vivible, estamos observando impávidos como se están empobreciendo las instituciones porque, en mi opinión, muchos de esos activos prudentes y cabales están siendo expulsados por todos esos forofos radicales que se hicieron con el control de los partidos.
No digo siquiera que sea una acción premeditada, sino más bien un trabajo permanente de incomodar con fuego amigo, hasta que se produce el hastío.
Ya sé que esos ultras no son mayoría, pero actúan como tal ante la ausencia de oposición del resto.
¡No podemos pretender que los cargos públicos sean gladiadores en un ejercicio a vida o muerte!
Cuando hablamos de política hoy, inexorablemente, nos viene a la cabeza como un concepto sucio, bastante alejado del noble servicio que representa. Sobre eso debieran reflexionar todos los partidos, porque no pueden pretender que sus cargos se abstraigan del entorno en el que viven.
Ya no digamos si se les exige encaminarse al enfrentamiento civil con el diferente y actuar o decidir contra lo que les dicta la conciencia o el código de convivencia, por un ánimo belicoso o frentista.
El dedicarse a los demás ya es lo suficientemente sacrificado, agotador, y, en muchos casos, desagradecido para no añadirle más dramatismo. ¡No podemos pretender que los cargos públicos sean gladiadores en un ejercicio a vida o muerte!
Los partidos políticos tienen que volver a confiar las riendas en personas más tolerantes e integradoras
Las organizaciones políticas, en su conjunto, precisan reflexionar si es conveniente que los aparatos sean manejados por gente que quiere tanto a la causa, que no ve más allá o si, por el contrario, deben dar competencia a perfiles mucho más tolerantes e integradores.
Mucha de la crispación actual tiene que ver con todo esto, porque quienes tienen la potestad en los partidos eligen a quien defiende meter el dedo en el ojo, más que a quien plantea alternativa.
Mientras tanto, eso es lo que tenemos, y es probable que puntualmente se arrepientan los responsables, de haber impuesto estas o aquellas consignas que acabó debilitándolos, pero ya pasó, el momento era aquel, ya no se puede volver. Si acaso no repetir el error, pero ¿quién sabe?
Así veo las cosas y solo deseo que vengan tiempos mejores.
¡El que nada duda, nada sabe!