Gracias a la química, el desarrollo de la humanidad en todos los terrenos ha sido constante y creciente.
Jorge Formoso Prego (químico industrial)
En una publicación dedicada a la Innovación y Tecnología en Galicia, me sorprendió el siguiente titular: “la buena química se crea en Galicia”. Al igual que en las declaraciones de fuentes de la empresa que citaba (por cierto, gran innovadora), manifestando: Somos fieles a lo que nos planteamos en el primer momento, ofrecer “buena química”.
En principio, cualquier persona que lea el artículo, puede interpretar que hay una buena y lógicamente (al leer lo citado), una mala química. Lo triste y lamentable es que, en estos tiempos, se está manifestando y transmitiendo de forma generalizada en la prensa, televisiones y conversaciones habituales considerar a la química y a sus prácticas como algo nefasto, que afecta negativamente al ser humano y a su normal desarrollo, casi convirtiéndola en una práctica a olvidar y perfectamente prescindible. Se (mal) dice: “no tiene química…”, siempre en el sentido de destacar las buenas cualidades del producto que se cita, dando con ello a entender e interpretar y que: ¡Puaff!, la química es asquerosa”. Lamentablemente este hecho es bastante común. Nada más incierto y erróneo.
La química ha sido fundamental para lograr avances en los fármacos que nos permiten mejorar la salud y prolongar la esperanza de vida
Recordemos, una vez más, que la química es una ciencia experimental que estudia las propiedades y transformaciones de la materia, así como su desarrollo, a partir de su composición primaria. Gracias a ello, el desarrollo de la humanidad en todos los terrenos ha sido constante y creciente. Veamos el campo de los fármacos, tan vital para nuestra mejoría de vida de la que estamos disfrutando con unas expectativas de longevidad impensables hace varias décadas y todo ello, sin duda, gracias a los conocimientos químicos aplicados al estudio y desarrollo de nuevos medicamentos: antibióticos, vitaminas, antiinflamatorios, calmantes y una serie interminable de fármacos con evidentes logros en el terreno sanitario. Es necesario volver a recordar que la Farmacología es la ciencia que estudia el origen, las propiedades físicas y químicas, los efectos bioquímicos de las sustancias que interactúan con los organismos vivos. O sea, pura química, en definitiva.
Productos que mejoran las condiciones higiénicas de nuestro entorno y derivados del petróleo son posibles gracias a la química, así como el funcionamiento de los seres humanos, plantas y seres vivos
En nuestra vida diaria nos beneficiamos de productos tan usuales como jabones, detergentes, desinfectantes, limpiadores y numerosos otros, tan necesarios y a los que nos hemos acostumbrado de tal manera –y de los que dependemos- que lamentaríamos si éstos nos faltasen, alterando de manera muy apreciable nuestras vidas y costumbres diarias. Y ya no digamos derivados del petróleo, gasolinas, gasóleos, gases (butanos, propanos, etc.), lubricantes, alquitranes, parafinas, el inmenso mundo de la petroquímica, plásticos, fibras sintéticas, pinturas, barnices, etc., etc., ya que el consumo de tales sustancias se ha convertido en un factor indicativo de desarrollo de una comunidad.
La transformación de los recursos naturales en otras sustancias constituye la esencia de nuestra industria química
Asimismo, todo lo que nos sucede en el organismo humano son reacciones químicas (neutralización, oxidación, reducción, filtración –aunque esta es física- e infinidad de muchas otras). La fotosíntesis, la fijación del nitrógeno, las proteínas, enzimas, etc. En definitiva, somos pura química y esta debe ser siempre nuestra acompañante y amiga. Nunca lo contrario, como se quiere (mal) interpretar actualmente.
La transformación de los recursos naturales en otras sustancias constituye la esencia de nuestra industria química y la capacidad de poder transformar la naturaleza adecuadamente es una de las características que diferencia al hombre de los animales.
Devolvamos a la química el prestigio y respeto popular que merece y debe seguir mereciendo.