La política se está convirtiendo en un campo embarrado donde los hooligans y sus terminales mediáticas justifican el juegan sucio.
Al igual que son utilizadas artimañas en los campos de fútbol para conseguir derrotar al contrario en un terreno que no le es propicio, en política se actúa de forma similar, pero con consecuencias que van más allá que la mera consecución de los puntos en juego. La idea es destruir al contrario con noticias falsas y negando las propias que se escudan bajo el paraguas proteccionista de algunos medios de comunicación.
Las hemerotecas (benditas sean), si se estudiasen con objetividad, podían hacer cambiar la ceguera ideológica de votantes de buena fe que solo tienen ojos y oídos para escuchar los métodos utilizados por parte de sus colores. Cuando la falta cometida por tu partido es un penalti claro, no tienes más remedio que reconocerlo y tal vez si culpas a alguien, es a quien lo ha cometido, aunque sea de tu partido.
El ambiente político se ha enrarecido demasiado, las trifulcas parlamentarias van en aumento y todos los partidos parecen haber tomado el derrotero del insulto y la descalificación personal.
En España tenemos varios ejemplos de partidos que han sido capaces de colarse dentro del gobierno de la Nación gracias a una alianza que, siendo legal, resulta espantosa por más explicaciones interesadas que se nos quieran dar. Si añadimos los pactos y acuerdos con independentistas, el panorama gubernamental no puede ser más desolador.
El ambiente político se ha enrarecido demasiado, las trifulcas parlamentarias van en aumento y todos los partidos parecen haber tomado el derrotero del insulto y la descalificación personal. Cuando un equipo de fútbol solo busca no perder, suele recurrir a todo tipo de tretas, faltas, agresiones y simulaciones. Los equipos que practican el juego sucio y embarran el campo, son los que solo pelean por no descender, equipos de escasa calidad técnica de la que ellos mismos son conscientes, pero que en ningún caso aspiran a ganar la liga. Solo pueden triunfar si, como el asno en la fábula de Tomás Iriarte, aciertan por casualidad la hora de soplar la flauta.
Produce sonrojo ver al presidente del gobierno acusar a la oposición de ir de la mano de la extrema derecha, mientras mantiene a toda costa sus pactos con los neocomunistas, los independentistas y los filos etarras.
Produce sonrojo ver al presidente del gobierno acusar a la oposición de ir de la mano de la extrema derecha, mientras él mantiene a toda costa sus pactos con los neocomunistas, con los independentistas que protagonizaron un fallido golpe de Estado y con los filos etarras de Bildu.
Necesitamos políticos lúcidos y valientes que desafíen la dictadura de tópicos y condenen los supremacismos xenófobos, que desde la burguesía de una autonomía tratan de impedir la democracia de libres e iguales en España, que condenen la injustificable ley de amnistía, como ha hecho la comisión de Venecia a pesar de las interpretaciones partidistas del turbio Bolaños para leer solo una parte de lo escrito, apoyado por las editoriales amigas de El País.
Debemos recuperar el respaldo europeo progresista y para eso necesitamos una Europa que se percate de que el progresismo verdadero es tan poco de izquierdas como Putin resulta un demócrata sin complejos y que esa Europa no espere que con siete votos se pueda comprar un gobierno. Aunque sea “legal”, pero indudablemente no es moral ni pacifica nada, sino todo lo contrario.
La dignidad no puede ser embarrada.