El bochorno internacional que ha hecho España con la fugaz aparición de Puigdemont, hunde en los abismos el prestigio de nuestro país y retrata a sus dirigentes.

Confieso que cuando estudiaba, esa figura geometría no era de mis preferidas. A veces me perdía entre ángulos, senos, cosenos, hipotenusas y sobre todo los catetos. 

Tan antipática me resultaba esa figura que cuando era niño y jugábamos a las canicas, al dibujar esa figura en el suelo, debías tener cuidado no caer dentro, ya que perdías. El juego consistía precisamente en lo contrario, lanzabas tu canica y tratabas de sacar fuera de esa figura a las otras que previamente se habían colocado. Ganaba el que conseguía poner fuera al mayor número de ellas. 

No hacía falta observadores, ni policía, ni drones… Sobraba todo eso, solo valía la conciencia y la dignidad de, simplemente, contar y ver quién había conseguido liberar del famoso triángulo a las jodidas canicas, que soportaban estoicamente el golpe que les proporcionabas. 

Cuando el Estado se empeña en detener a un delincuente fugado, no hay artimaña que lo impida, el problema es que ninguna de las partes interesadas en la investidura de Salvador Illa le convenía que se detuviese a Puigdemont

La mañana en la que los Juegos Olímpicos se habían olvidado, la mayoría de nosotros esperábamos ver en directo como se cumplía una orden de detención sobre un delincuente fugado y que previamente había advertido que se pasearía por Barcelona. Entonces me acordé de aquel juego y de mis dificultades para comprender todas las condiciones que entraña el triángulo.  

Mis amigos, los pocos que me quedan, saben que mi opinión coincidía con lo sucedido, es decir, entrar y salir del triángulo sin ser penalizado, dicho de otro modo: golpear, dañar y ganar. Eso es lo que hacíamos aquellos jóvenes. Hoy no es así, existen unas personas llamadas políticos que lo alteran todo. Nos engañan diciendo una cosa y haciendo la contraria: “Traeré a Puigdemont a España para ser juzgado” (Sic Pedro Sánchez), y la verdad es que cumplió, solo que se equivocó en la última palabra: juzgado. 

Sánchez no ha cumplido su promesa de traer a España a Puigdemont para que fuese juzgado, vino él solito, se paseó como “Pedro por su casa”, lanzó una pedorreta y se largó

Las imágenes filmadas, en las que se observa a Puigdemont con tres o cuatro personas más andando tranquilamente por la calle Trafalgar, sin que nadie le impidiese el paso, ponen en evidencia toda la mentira que adornó la famosa aparición y desaparición del famoso rey del maletero. 

En definitiva, el día comenzó con la sospecha de que la policía catalana ampara a los delincuentes nacionalistas y remató con la investidura de un presidente socialista de la Generalitat, que accede a ella con un programa abiertamente nacionalista.  Salvador Illa gobernará, pero lo hará en medio de una crisis de excepcionalidad humillante para el Estado. 

Entretanto, tu, votante de buena fe del PSOE, justificarás que Cataluña sea privilegiada en contra de ti mismo. Peo claro, tú no votas en el Congreso, lo hacen aquellos que defienden su sillón y los 80.000 euros de sueldo.

Entre tanto, en la hipotética figura geometría, los vértices son estos de la foto. Los catetos, los del triángulo, es decir, nosotros seguimos dormidos.