Que España sea el país con más desempleo de la zona euro es un dato de sobra conocido, así como también es el más sensible a los ciclos económicos. España es un país donde hay dados de alta más cotizantes que nunca y sin embargo los datos de paro se sitúan lejos de su mínimo histórico con un paro estructural de cerca del 12%. Con estos datos sobre la mesa el Gobierno Español presume de una de las menores tasas de paro en jóvenes menores de 25 años. 

Obviamente estas cifras tienen truco pues, después de la ingeniería contable elaborada estos últimos años, hay que asistir a los datos de las encuestas de población activa elaboradas por el INE y estandarizadas por Eurostat. Estas estadísticas dibujan una oscilación del paro juvenil entre el mínimo 17,2% en febrero de 2007 y el máximo del 55,9% en febrero de 2013. ¿Dónde nos situamos ahora? Pues en mayo de 2023 se sitúa en el 28,4%, casi diez puntos porcentuales por encima de su mínimo histórico mientras que las cifras de paro general se sitúan a unos cinco puntos de su mínimo histórico.

El país con el que más competíamos, por la cola de la clasificación de Europa, es Grecia; y lo resaltable de este país es que el comportamiento del desempleo juvenil ha sido mucho más favorable que el español debido a las políticas de empleo realizadas por su Gobierno, así como la reforma laboral exigida por la Troika para así tener un mercado laboral más flexible.

Con esta realidad, existe una preocupación sobre el estancamiento en la formación de nuevas familias. Y es que para los jóvenes cada vez resulta más complicado emanciparse. Las familias con tres personas aportando un ingreso han crecido un 21,3% desde 2018; lo que hace que existan jóvenes que, a pesar de trabajar, no se puedan independizar. No vamos a entrar en el problema de los contratos a tiempo parcial ni de fijos discontinuos que abundan en la población joven.

Se está dando el caso que en muchos núcleos familiares las pensiones están sustentando muchas familias, el sustento no viene de las personas en edad de trabajar. También, se está produciendo un efecto de concentración familiar para paliar el aumento de costes derivados de la inflación siendo muy notorio el caso de hogares donde existen 3 o más salarios. Este punto se contrapone con los años 60 en los que una familia de varios miembros podía mantenerse con un salario.

España cifra su paro estructural en cerca del 12%. Es decir, funcionando la económica a máxima capacidad las cifras del paro se situarían en el 12%, casi cuatro veces más que economías como Estados Unidos o Reino Unido cuyo mercado laboral tiene un paro estructural de cerca del 3%. Este problema en España se debe a la transferencia de los subsidios a la clase trabajadora, que en muchos casos son superiores al sueldo que esa persona encontraría en el mercado laboral, desincentivando la búsqueda de trabajo. Por otro lado, la indemnización por despido hace que las empresas pierdan eficiencia y muchos trabajadores no deseen abandonar sus trabajos porque perdían la bonificación ganada durante tantos años en el puesto.

La pérdida continua de poder adquisitivo en los salarios hace cada vez más difícil tener una vida como tenían sus padres en la generación anterior. De hecho, no es posible realizar comparaciones del tipo “yo a tu edad” entre generaciones puesto que la generación de los Baby Boomers experimentó un crecimiento continuo de la economía de España desde los años 60 hasta el año 2008. Por el contrario, los ciudadanos entre 35 y 25 años han sufrido dos crisis y un enquistamiento de la economía española que no hace posible el desarrollo de sus ciudadanos. 

Una salida común para los jóvenes cualificados es el autoexilio fiscal al que se ven abocados después de interiorizar que los impuestos que pagan no tienen una reversión proporcional en la sociedad; por lo que priorizan el hecho que no ser saqueados a su propia estabilidad en su país de nacimiento. Otro punto importante es la deuda que tendrá que soportar esta generación, pues se estima que las actuales pensiones dejarán un agujero de uno 50.000 millones de euros (según datos de FEDEA) que se comerá las generaciones posteriores a los actuales jubilados.  Ante ese agujero se podrán hacer dos cosas: no pagar esa deuda o pagarla con cargo a un menos bienestar, es decir, pagar más para recibir menos pues la generación actual de jubilados contribuyó menos de las pensiones que están disfrutando.

Otro punto importante es la democracia. Pues la actual pirámide poblacional, sesgada hacia personas mayores de 40 años, unida a la ley  D´hont cercena el futuro de los jóvenes. Esta idea se sustenta en que la tercera edad recibe la mayor parte de las ayudas sociales por su peso demográfico y en consecuencia por su capacidad de decidir en unas elecciones. Adicionalmente, a los jubilados actuales les importa más su bienestar actual, a pesar de ser éste completamente deficitario; en vez de recibir lo que realmente cotizaron.

Obviamente la culpa la tienen los jóvenes, los que se quedan por no hacer nada y los que se van por ser egoístas y no aportar a unas pensiones que no van a recibir. En palabras de José Ignacio Conde-Ruiz, Catedrático de Economía de la Universidad Complutense de Madrid “Los políticos son personas que quieren ganar las elecciones, y cuando tienen un electorado envejecido prefieren asegurarse y apostar por ese colectivo. Y como los recursos son limitados, hay un coste de oportunidad de invertir en una cosa u otra; y acaban perdiendo los jóvenes.”

Desde el 2009 el presupuesto para pensiones en España ha pasado del 40% al 49% mientras que el de los jóvenes se estanca en el 20% y con bicocas como el interrail o un cheque cultural, nada relacionado con políticas estructurales a largo plazo. De hecho, se da la paradoja que se invierte en educación (2% de los presupuestos generales del Estado) para que los jóvenes luego se vayan.

En conclusión, los menores de 35 están disfrutando de un déficit estructural de 4% del PIB (unos 50.000 millones de euros) que tendrán que asumir, pues esa cantidad se está repartiendo entre jubilados que no cotizaron los suficiente para las pensiones que están recibiendo. Estas pensiones ya las pagarán las futuras generaciones, y a los que se niegan a participar de este atraco se les llaman insolidarios por haberse dado cuenta de la realidad económica en la que se encuentra su país natal.