Bien saben los amables lectores y lectoras que siguen esta sección, que en muchas ocasiones las reflexiones que comparto no son más que el reflejo de algunas de las experiencias que acontecen en mi devenir cotidiano. Y ese es el caso de la que hoy me trae a este relato.
Hace no demasiado tiempo un buen amigo mío compró una cinta de correr en la plataforma online de un centro comercial muy conocido por los españoles. En unos pocos días, efectivamente, el pedido le llegó a su casa. Pero cuál fue su sorpresa cuando al desempaquetarlo advirtió que el aparato en cuestión estaba completamente desmontando. Desde la toma de corriente hasta la última arandela, venían por separado y se supone que debía ser el comprador quien se encargara de su montaje. Mi amigo, lógicamente, inició el correspondiente proceso de reclamación, ya que en ningún momento ni lugar se le advirtió que a él le correspondía el ensamblaje del producto que había adquirido. Pues bien, más de un mes y no pocos quebraderos de cabeza tuvo que emplear en las sucesivas reclamaciones, hasta que consiguió que un empleado del centro comercial en cuestión se trasladase hasta su casa para montar la dichosa cinta.
Vayamos ahora a una situación diametralmente opuesta. El pasado viernes, por mor de una pequeña rehabilitación que estoy efectuando, precisaba comprar una televisión, un microondas y una cafetera. Ni se me pasó por la cabeza la posibilidad de realizar una compra online. Directamente me dirigí a mi proveedor de confianza, que para este tipo de productos es Electrodomésticos Radio Tv Crespo, en Meaño. Desde el primer momento, me asesoraron y ayudaron, con absoluta honestidad, a la hora de elegir el modelo que mejor encajaba con lo que yo necesitaba. Fue extremadamente fácil realizar la compra. Hasta placentero, diría yo. Dejé elegidos los tres productos el viernes y el sábado por la mañana ya tenía a una persona instalándomelos en mi casa. En el caso de la tele, cuando vieron la ubicación prevista, incluso le pusieron un brazo articulado para facilitar su visión sin que ello me supusiera ningún coste adicional.
He de decir que me emocionan este tipo de negocios tan cercanos. Y no solo por lo que suponen para nuestras modestas economías rurales, sino porque sus propietarios aún son capaces de mantener la más genuina esencia de la labor del comerciante local.
Durante todo el año, pero en especial cuando llegan estas fechas, nos volvemos locos con las compras online. Y olvidamos que en demasiadas ocasiones lo barato sale caro. Olvidamos que el verdadero lujo lo tenemos al lado. ¿Porque qué es sino un lujo, el hecho de realizar una compra amablemente asesorado y en menos de 24 horas tener a alguien en tu casa instalándotela?
Acudir al comerciante local siempre resulta mucho más reconfortante. Y no solo para el espíritu. También lo es muchas veces para el bolsillo. Quizá mi buen amigo se ahorró unos euros comprando online la cinta de correr. Pero ¿cuanto les costaron las horas que perdió tratando de gestionar que se la fuesen a montar a casa? Estoy bien seguro de que el negocio no le salió a cuento. Es por eso que hoy me atrevo a pedirles que en estas fechas, apoyen al pequeño comercio, al comerciante de al lado. Porque tenerlos (y mantenerlos) es un auténtico lujo.