Hace ya unas semanas, a modo del juego infantil del “quién es quién”, tratábamos de acercar a nuestros lectores el perfil de los integrantes de este nuevo Gobierno municipal que nos sorprendió con un organigrama escasamente funcional pero muy operístico ya que está compuesto por un reducido número de primos uomos e prima donna, eso sí, perfectamente rodeados, en su puesta en escena, de un nutrido número de lo que pensamos en un primer momento que serían el coro pero que con el transcurso de los días se nos han evidenciado como mero atrezzo, caro, pero atrezzo al fin y al cabo.

No cabe la menor duda de que el astuto lector habrá caído en la cuenta de que tan pomposa ópera (en el sentido irónico que aquí utilizamos para amenizar la lectura, pero también en su acepción latina, es decir “trabajo”) necesita detrás hábiles y disponibles manos que mantengan todo en su sitio mientras dure la representación hasta el punto de que si un gallo surgiese, por indisposición física o mental, de la garganta de uno de los actores principales, el engranaje estuviese tan bien construido que el oyente, en este caso el coruñés, creyese que tal acontecimiento es fruto de un repentino problema auditivo propio o incluso de un fallo achacable, para eso están, a los responsables de la puesta en escena que son finalmente, y como ya ha quedado y quedará demostrado, prescindibles.

Siendo así, no podíamos menos que dedicarles algún espacio para acercar a nuestro lector a los artífices de mantener en pie el escenario del Ayuntamiento coruñés como si de directores de escena, guionistas, directores de orquesta, músicos, iluminadores (importante distinguir de los iluminados, que de estos ya tratamos en el apartado del Gobierno Municipal), tramoyistas, etc; repárese en el hecho de que no hemos mencionado al productor…¡¡Ahhh, el productor!! el que en el fondo todo lo puede porque como la Real Academia señala es “el sujeto que, con responsabilidad comercial y financiera, organiza la realización de una obra y aporta el capital necesario”; nada nos gustaría más que creer que ese productor no es otro que el conjunto de la Corporación Municipal que, representándonos a todos los coruñeses, utilizan adecuadamente nuestros recursos, pero hasta el momento todos ellos, los veintisiete, han dado señales de incomparecencia, o lo que es peor, han dejado la producción en manos de uno de los actores principales: el Nerón de Outes -de la obra “Nerone” de Arribo Boito-, reduciendo así nuestro papel de posibles accionistas del espectáculo a meros espectadores a los que manipular e ignorar al menos hasta que la ópera entre en su acto final en el año 2027.

En primera línea de la escenografía político-técnica nos encontramos con los coordinadores de área, lo que vendría a ser, siguiendo la estela de la ópera Aída de Verdi, la cúspide de las tres pirámides. Así la de Keops (J.M.Lage) que es la más grande, Economía y Planificación Urbana, encontramos al escurridizo, leal y calculador Manuel Jove; persona muy correcta en el trato -algo que choca frontalmente con la usual actitud de su jefecillo- ya fue rescatado de la administración lucense en el mandato anterior, es un hombre muy sabido en legislación y números, es decir en cómo hacer que las cosas parezcan legales y que las cuentas que su “faraón” retuerce acaben cuadrando al menos en el papel, trabaja 26 horas al día y al parecer, consciente de la realidad que le rodea, ya no es la primera reunión en la que se refiere a su jefe como alcalde. Sin duda alguna un técnico que cualquier empresa con ganas de medrar rápida y positivamente ficharía sin pensarlo dos veces, una pena que desperdicie tantas cualidades en arreglar los desaguisados de tan pésimo y cuestionado jefe.

Al frente de la segunda pirámide, la de Kefrén (Gonzalo Castro), está una mujer que por su ascenso meteórico más que situarla en esta particular ópera deberíamos colocarla en un cómic como el famoso personaje de Marvel, Wonder Woman, o si gustamos más de un escenario hispano quizá lo suyo sea una Belén Esteban que tuviese como leitmotiv “yo por mi concejal ma-to”. Esta funcionaria de dulce y tímida apariencia, oriunda como su concejal de Ordes, ha pasado de ser Jefa de Departamento de Deportes (grupo A2) a principios del mandato anterior, a situarse en el área de Cultura de la mano ya del entonces jefe de Gabinete que gestionaba dicha área en representación de la co-alcaldesa, para ser una de los seis agraciados con la oposición A1 hace pocos meses y finalmente, de ahí, dar el salto al estrellato -o al estrellazo, ya se verá- como coordinadora general del área de Fomento y Promoción de la ciudad. Este fulgurante a la par que generoso ascenso lleva aparejado, como poco, el doble del salario que percibía inicialmente; suponemos que carrerones como éste -y no es el único caso- habrán sumido a los eficientes y veteranos funcionarios del Ayuntamiento en un estado de ánimo que oscila entre la irritación o la cólera más furibundas hasta el desánimo laboral diario al abrir sus ordenadores por las mañanas. La experiencia, la capacidad y el mérito (el de verdad, fruto del esfuerzo, no del servilismo o la proximidad de cualquier índole) han pasado a la historia en la Casa Consistorial.

De las tres pirámides, la de Micerinos es la más pequeña que es justamente la medida de lo que le ha correspondido a la locuaz Yoya Neira en el reparto competencial; la concejala de Bienestar Social tendrá la esforzada tarea de coordinar lo suyo y lo del Sr. Borrego, vamos, lo de siempre, que su buen amigo Lage, que la conoce desde la pubertad política, tuvo bien claro, que en esta ópera el papel que mejor le va a la Neira es aquel de poco trabajo y mucho escaparate. Al frente de tan ingente tarea han situado como coordinadora general a Carmen Pita, fichaje también externo al funcionariado del Ayuntamiento coruñés pues anteriormente fue técnica de Promoción Económica y Emprendimiento del Ayuntamiento de Cambre; vinculada profesionalmente al mundo de la economía y la empresa, suponemos que su participación en sendos proyectos de cooperación al desarrollo habrán sido determinantes a la hora de ponerla al frente de un área social que está desaparecida en eso de erradicar los graves problemas de inserción social que tenemos en nuestra ciudad. Se rumoreaba por los pasillos de la Casa Consistorial que la co-alcaldesa Rey había repetido, no una sino varias veces bien alto -algo que ya viene siendo costumbre en ella- que Carmen Pita no repetiría en este mandato, quizás antes de manifestar públicamente su antipatía por esta colaboradora necesaria de Doña Yoya debería haberle preguntado al co-alcalde Lage, que ya todos sabemos que es quien pone y quita personal, si le parecía bien tal medida. En este caso concreto, el de Outes no parecía tener mayor interés personal en la señora Pita, pero por no aguantar los berrinches de Yoya, que al parecer son antológicos -véase el que ha pillado por enviarla con la música a otra parte para su despacho de Cuatro Caminos quedando en nada su intento de arrebatarle el que la señora Cabanas tiene en María Pita-, berrinches muy propios de su papel de prima donna.

Cómo no es cuestión de alargar demasiado estos primeros actos de la ópera nos vamos a permitir el hacer un alto en la trama, como si el timbre del teatro hubiera sonado para tomarnos un descanso e intercambiar las primeras impresiones sobre lo que estamos viendo sobre el escenario. Pero no, que no se preocupe el curioso y fiel lector, que el timbre en breve volverá a sonar para que regresemos a nuestras butacas y palcos virtuales y seguir asistiendo a tan interesante representación, no en vano faltan la esfinge, los visires y por supuesto, como se suele decir en lenguaje corriente, aquí nada puede finalizar hasta que cante la “gorda”.

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