El descenso de las personas que perciben el Ingreso Mínimo Vital debería de tomarse como un indicador de que la economía va “como un cohete”

El pasado 7 de mayo, desde la cuenta oficial de la red social X (antes Twitter) del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones se celebraba un nuevo avance en el Ingreso Mínimo Vital (IMV). En esa publicación, con emoticonos alegres, se enunciaba que el IMV llegaba a 130.000 personas más que hace un año, para un total de 590.000 de hogares y 1,7 millones de personas.

Foto. El gobierno de Pedro Sánchez se alegra de que haya más personas en riesgo de exclusión social

Desde esta tribuna ya se ha defendido que el IMV es una herramienta perversa, por varias razones:

  • La primera, porque favorece el voto clientelar de una manera simple: “o me votas o te quito la paguita”. 
  • La segunda es porque ese IMV está parejo a los salarios no cualificados, por lo que sale más rentable quedarse en casa que ir a trabajar. 
  • Y la tercera por el efecto llamada, que se relaciona con la primera razón, a más pobre, más voto clientelar. 

Foto. La ministra Elma Saiz Delgado considera positivo que se incremente el número de familias que perciban el Ingreso Mínimo Vital

De esta situación salen varias derivadas. La primera es, ¿quién paga el IMV? La clase media mediante sus impuestos. ¿Quién se beneficia? El emisor de esa medida – el gobierno de Pedro Sánchez – que cultiva un pesebre de votos cautivos. ¿Por qué es un problema para el que lo recibe? Porque desincentiva trabajar, labrarse un futuro y en definitiva prosperar, haciéndose rehén del Estado. 

En España hay 3 millones de parados, 590.000 familias que perciben el Ingreso Mínimo Vital y se calcula que hay 150.000 puestos de trabajo en diversos sectores productivos sin cubrir

¿Qué problema presenta el IMV de cara a la productividad? Los perceptores suelen ser ciudadanos sin cualificación, que normalmente trabajarían en industrias como la construcción y la hostelería. Curiosamente estas industrias son las que presentan una mayor oferta laboral no cubierta de perfiles no cualificados. Precisamente porque no es rentable trabajar para los perceptores del IMV.

En definitiva, ¿qué produce el IMV? La falta de productividad, hace que todo se encarezca. Con un paro estructural en España, en el mejor escenario posible de la economía, del 10% sorprende que haya puestos de trabajo sin cubrir. Al no cubrirse, las empresas tienen que subir salarios para captar el talento por lo que se reducen márgenes; o subir precios para mantener márgenes. Y en una competencia global, la competitividad de España cae. Todo esto a nadie le sorprende ni creo que hayamos descubierto la pólvora. 

España necesita bajar impuestos, simplificar la burocracia, bajar el absentismo laboral, generar empleo, racionalizar las “paguitas” y mejorar la productividad para que la economía vaya de verdad “como un cohete”

Desde el punto de vista económico el IMV no tiene sentido. Y la alternativa sería sencilla: bajar tanto impuestos como burocracia. De esta manera los agentes económicos pueden generar empleo y los trabajadores generen un círculo virtuoso de mayor recaudación fiscal a través de impuestos directos e indirectos (por el gasto adicional). Sin embargo, el IMV no genera industria, no genera virtuosismo, sino que genera un círculo vicioso al desincentivar a las personas prosperar. 

Los más sorprendente es la celebración del Gobierno del hecho que haya 130.000 personas pobres. Hemos normalizado la mentira y la manipulación de datos de los últimos gobiernos, tanto rojos como azules. Pero que de una manera tan descarada y flagrante te estén diciendo a la cara que la pobreza ha llegado a 130.000 personas nuevas y que existen 1,7 millones de votos clientelares debido al IMV, hacen que la única finalidad de esta publicación oficial sea lograr un efecto llamada e incrementar los votos cautivos.

Un efecto llamada al voto clientelar que paga la clase media.