El despegue de la Alianza de los Estados del Sahel (AES), un ejemplo a seguir por las regiones más deprimidas e inestables.
David García Sánchez
La inestabilidad político-social, inseguridad, lucha por los recursos naturales, pobreza y conflictos armados. están azotando a la sociedad internacional cada vez con más ímpetu y provocan nuevos desafíos, especialmente, en el continente africano.
La escasa implicación de las potencias ex coloniales por alcanzar el desarrollo eficiente de los estados africanos, unido a las amenazas que enfrentan estos países, ha dado lugar a un importante paso adelante de varios líderes políticos africanos hacia el abandono de la influencia francesa y la vía africana o panafricanista, con el fin de encarar sus desafíos a medio y largo plazo.
El África subsahariana, ubicada entre el desierto del Sáhara y la sabana sudanesa, conocida como SAHEL, es la zona geográfica con mayor inestabilidad político-social del continente. Sin embargo, su futuro puede ser prometedor, si se consolida el sistema de alianzas y proyectos a los que me referiré.
El Sahel se compone de diez Estados soberanos, con un “núcleo duro” formado por Malí, Níger y Burkina Faso.
Aunque el Sahel se compone de diez estados soberanos, desde Senegal a Etiopía, pondremos el foco de atención en Malí, Níger y Burkina Faso, países que cuentan con características e historia diferentes, al tiempo que comparten un gran número de desafíos y peculiaridades que han dado lugar a su integración con prospectivas de desarrollo y crecimiento muy interesantes.
El punto de inflexión de estos tres estados se remonta al año 2020, y se extiende hasta el año 2023, cuando se produjeron golpes militares en cada uno de ellos, que dieron lugar a la reorganización del poder político y, como consecuencia, de la estructura sociopolítica del país.
Los gobiernos paramilitares de Malí, Níger y Burkina Faso han formado una Alianza de Estados del Sahel (AES).
Además de contar los tres estados con gobiernos paramilitares, comparten una serie de desafíos que han impulsado su cooperación, hasta el punto de integrarse en la Alianza de Estados del Sahel (AES), tras su salida de la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO).
Su salida de la CEDEAO, se debe a la estrecha relación de sus integrantes con la potencia ex colonial francesa, que sigue enriqueciéndose con sus antiguas colonias africanas, mediante tratados comerciales desiguales y la sobreexplotación de sus materias primas.
Además del desarrollo y crecimiento económico, a través de tratados comerciales y la búsqueda de inversores para atraer capital extranjero, los países de la AES tienen problemáticas comunes, tales como las migraciones debidas al terrorismo, el tráfico de minerales, la industrialización y la inestabilidad política e incapacidad para contener las insurgencias regionales vinculadas a Al Qaeda y el Estado Islámico, lo que supone una importante crisis latente de seguridad.
Los países del Sahel tratan de desprenderse de la influencia de Francia y Reino Unido, países con larga tradición de explotación de los recursos naturales de sus antiguas colonias.
Es importante resaltar algunas iniciativas de estos países, que pueden cambiar positivamente su futuro.
Burkina Faso, el pasado 27 de febrero, suspendía la exportación de oro, para permitir el avance de la industrialización nacional del recurso y su exportación con valor añadido.
Recordemos el convenio entre los estados de la AES del 21 de febrero pasado, para la creación de una central nuclear común en Burkina Faso, que les permitirá alcanzar la soberanía energética, basada en el aprovisionamiento de uranio natural por parte de Níger
Podrían añadirse otras medidas implementadas por sus gobiernos militares, tales como la nacionalización del suministro de agua por parte de Níger, que previamente se encontraba controlado por Francia; la eliminación del Califa del Estado islámico del Sahel por parte de Mali, que le ha permitido reunificar grandes partes de su territorio en el norte; o la inauguración de la primera planta nacional para residuos mineros en todo el Sahel en Burkina Faso.
Los países del AES tratan de lograr la soberanía energética y garantizar un suministro adecuado de agua para su población y su ganadería y agricultura.
Estas medidas son esperanza para el futuro y suponen el inicio del despegue autónomo y organizado de los estados subsaharianos que, ahora más que nunca, están dispuestos a maximizar su crecimiento mediante políticas exteriores de integración y cooperación sur-sur, abandonando el control parental de las antiguas potencias coloniales; la prueba más clara de esto ha sido la expulsión definitiva de Francia y Reino Unido del continente y el cese de su influencia en la política africana.
En conclusión, la inestabilidad y los cambios de modelos económicos en unos estados que no contaban con estructuras político-económicas e institucionales fuertes después de su independencia, provocaron numerosas crisis sociales, políticas y económicas. No obstante, las recientes acciones emprendidas por la Alianza de los Estados del Sahel suponen un importante paso hacia la modernidad y el desarrollo económico y una reafirmación de la importancia de la cooperación en las relaciones internacionales.
Al mismo tiempo, sirven de ejemplo a nivel internacional, y concretamente en las regiones más pobres e inestables, de las ventajas que presenta la política de alianzas en orden a la consecución de mayores ventajas para las partes.