Seguimos en ASCEGA repasando el estado de las cuentas en las ciudades gallegas. Para ofrecer así información al ciudadano sobre la gestión de los gobiernos municipales.
Tras comprobar que en A Coruña el nivel de ejecución se situó en torno al 79 %, analizamos el resto de capitales.
Presentan situaciones variopintas, aunque el informe del Tribunal de Contas de 2019 ya demostraba que la comunidad presenta de media los peores niveles de ejecución de España. (Consultar aquí)
Entre las recetas del organismo para paliar la situación: depurar los saldos de dudoso cobro, adoptar medidas para evitar resultados negativos y cuidar los ahorros y la cifra de remanente.
Comprobamos que en Lugo y Ourense no se han seguido estas pautas.
Ourense, o la inejecución presupuestaria
El de Gonzalo Pérez Jácome es el caso más esperpéntico de gestión municipal.
El Concello de Ourense apenas ejecuta el 41 % del presupuesto. Esto es: de los 224 millones considerados, tan solo se comprometió el pago de 93.
Es el nivel más bajo de ejecución de la última década. Y el presupuesto mantiene su segunda prórroga, desde que fuera aprobado en 2020.
Vamos, que son cuentas desfasadas.
En un momento de gran crisis para la ciudadanía, el consistorio mantiene un remanente de tesorería superior a 140 millones. Y los ciudadanos, que sigan haciendo “pequeños esfuerzos”.
Lugo, las cuentas que no cuadran
Por su parte, en el caso de Lugo, la situación es todavía peor.
En un ayuntamiento sujeto a gran inestabilidad política en los últimos años es, precisamente, la escasa ejecución presupuestaria, la que permite su supervivencia.
Los presupuestos elaborados en el consistorio presentan saldo negativo.
En 2021, Lugo cerró sus cuentas con un déficit de 2,1 millones de euros.
Es necesario acudir al ahorro y a los remanentes para poder mantener una gestión desbordada.
Son, con diferencia, los dos grandes municipios gallegos que peor gestión demuestran. En lo que a cuentas y ejecución se refiere.
Pero no se crean que la cosa mejora mucho en los demás. Aunque no resulta tan “alarmante”.
Por J. Galiñanes