Borja Cabezón y Juan Manuel Serrano, amigos de Pedro Sánchez, son dos buenos ejemplos de personas con carné político que acceden a puestos de alta responsabilidad sin haber demostrado ningún merito.

Cuando se habla del equipo gestor de una empresa, lo primero que se nos viene a la mente son personas preparadas con un curriculum vitae adaptado al desempeño del puesto. Ya sea por la formación académica, por la experiencia laboral o por una mezcla de ambas; a los gestores se les exige una trayectoria para poder lidiar con el día a día de una empresa. De igual manera que el patrón de un barco, si o si, ha tenido que ser antes marinero; los principales programas ejecutivos de las multinacionales implican que los futuros directivos tienen que conocer todo el negocio de la empresa, incluyendo la base de la pirámide.

A priori, parece lógico que el equipo gestor cuente con un bagaje académico o profesional adecuado, que justifique su competencia para el puesto. Más si cabe, cuando los accionistas deben elegir al equipo gestor que generará valor en la compañía. Si bien todo esto parece de sentido común, en la misma semana, en España, se han producido dos atentados a los más mínimos criterios de idoneidad para nombrar a un gestor para una empresa.

En la misma semana, Borja Cabezón y Juan Manuel Serrano han sido nombrados máximos responsables de las empresas públicas ENISA (Empresa Nacional de Innovación) y de la Sociedad Estatal de Infraestructuras del Transporte (SEITT), respectivamente. Normalmente en la empresa privada se pasa por un comité de nombramientos o, como mínimo, las entrevistas laborales se pueden dilatar durante varios meses. El caso de Borja Cabezón y Juan Manuel Serrano es notorio, porque en tan solo una semana han pasado de un puesto público a otro, y sin mucha relación entre las posiciones laborales. Vamos a analizar el bagaje de ambos. 

Borja Cabezón, amigo personal de Sánchez, ha pasado de ser nombrado embajador en misión especial para la crisis internacional de la Covid-19 a ser el máximo responsable de una empresa nacional de innovación.

Borja Cabezón, fue dirigente del PSOE de Madrid y amigo personal del presidente del Gobierno Pedro Sánchez. En 2018 fue asignado como director de la Casa de América, pero la negativa del Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid impidieron el nombramiento ante acusaciones de “dedazo”. Ante la situación, el ministro de Asuntos de Exteriores, José Manuel Albares, le nombró “embajador en misión especial para la crisis internacional de la Covid-19 y la Salud Global” con un salario bruto de 59.000€. El pasado 24 de enero, el Sr. Cabezón pasa en 24 horas de ser un gestor del sector salud a ser un gestor sobre innovación de empresas. Sectores algo distantes y ambos con un alto grado de especialización. Parece que Cabezón sirve para un roto y para un descosido.

Tras causar un agujero económico de más de 1.000 millones en Correos, Juan Manuel Serrano, amigo personal y jefe de gabinete de Pedro Sánchez, ha sido nombrado máximo responsable de la empresa pública que gestiona las autopistas de peaje en España.

Por su parte, Juan Manuel Serrano hasta 2018 fue jefe de gabinete de Pedro Sánchez y amigo del actual presidente del Gobierno. En enero de 2024 fue cesado de su puesto en la Dirección de Correos después de una ineptitud sobrevenida, demostrada en la gestión de la compañía de paquetería pública, que provocó pérdidas por 1.200 millones de euros al erario y, en consecuencia, a todos los españoles. Parece que su historial, actitudes y aptitudes han sido valoradas de nuevo para dirigir la Sociedad Estatal de Infraestructuras del Transporte (SEITT), una empresa pública bajo el paraguas del Ministerio de Transporte, que dirige Óscar Puente, y que gestiona unos 700 kilómetros de autopistas de pago en España. Nos tememos otro siniestro balance como el de Correos en esta nueva etapa.

Estos dos paracaidistas ejemplifican la gestión de las compañías púbicas, que se asemeja a la politizada gestión de las Cajas de Ahorros hasta 2012. Perfiles sin cualificación, cuyo único aval es el de ser amigo de personas influyentes que les colocan en puestos a los que les sería imposible llegar en la empresa privada. Este intercambio de favores perjudica a los españoles y al Estado, pues es la responsabilidad civil subsidiaria de este último quien se tiene que responsabilizar de los errores en la gestión de perfiles sin preparación. 

Es muy habitual que personas con un carné político puedan acceder a gestionar empresas públicas sin ningún requisito para medir la idoneidad del candidato.

En la empresa privada, después de un historial poco eficiente de gestión, un ejecutivo es difícil que vuelva a ser llamado para un proyecto nuevo. Será relegado a tareas más asumibles en las que pueda destacar su valía, para así alinear su capacidad a la del proyecto. Lo terrible para el erario es que personas con un carné político (que ojo, los hay en los rojos, en los azules, en los verdes, en los morados y en los de la estrellita independentista) puedan acceder a gestionar empresas públicas sin ningún requisito para medir la idoneidad del candidato.

Por lo tanto, para adecuar la gestión pública, lo primero que hay que solventar son los requisitos de idoneidad para todos los gestores. Incluyendo los perfiles políticos que dirigen ministerios. En segundo lugar, y aunque suene contraintuitivo con la que está cayendo, hay que elevar los salarios públicos de los gestores al nivel de los de la empresa privada para captar talento. Esto conllevaría una reducción de puestos ejecutivos públicos sin valor añadido que dirigen chiringuitos en el ámbito nacional, autonómico y local.

Cada año que pasa sin hacer reformas graduales, implica que llegará un momento en que las reformas tendrán que ser rupturistas y habrá muchas familias que lo pasarán mal, porque se ha vivido toda la vida de lo público aportando poco a la sociedad. Los que aporten a la sociedad que estén tranquilos, pues siempre harán falta manos para ayudar con la que se nos viene encima.