El 27 de octubre de 2022 la vicepresidenta segunda del Gobierno, ministra de Trabajo y Economía Social y ahora líder de su propio proyecto político Sumar, Yolanda Díaz, anunciaba la retirada de la Medalla del Trabajo concedida en 1953 al dictador Francisco Franco en cumplimiento de la ley de Memoria Democrática. Esta semana, nueve meses más tarde, dicha medida ha visto la luz tras la aprobación de nueve reales decretos que, además de retirar la distinción al caudillo, revocan la condecoración concedida a otros ocho altos cargos del franquismo porque “representan lo peor del régimen franquista” al tener las “manos manchadas de sangre”.
Sin embargo, parece ser que a los ojos de Yolanda Díaz no todas las manchas de sangre son igual de graves, pues de lo contrario no se explicaría que considere “imprescindible” que determinados dirigentes franquistas desaparezcan de una lista de galardonados, pero al mismo tiempo estime oportuno pertenecer a un Gobierno que tiene como socio a un partido político que cuenta entre sus listas con condenados por terrorismo. Lo anterior sólo se puede comprender si se parte de la premisa de que hay víctimas de primera y víctimas de segunda. Esa es la única explicación para que una persona sostenga al mismo tiempo que hablar de los ataques terroristas de ETA en España de finales del siglo pasado es vivir anclado en el pasado, pero retirar la concesión de una medalla concedida en el año 1953 es mirar hacia el futuro.
Esa misma cara sonriente que hoy dice estar del lado de las víctimas y defender las libertades y los derechos de los ciudadanos, hubo un tiempo en el que se posicionaba firmemente del lado regímenes dictatoriales. No es necesario indagar mucho en la hemeroteca para encontrar unas polémicas declaraciones vertidas durante la X Asamblea Federal de Izquierda Unida en las que deseaba una pronta recuperación al dictador bolivariano de Venezuela: “Antes de darle la palabra al embajador de Venezuela, esta asamblea federal quiere desear la pronta recuperación del comandante Hugo Rafael Chávez Frías, presidente de la república bolivariana de Venezuela”. Durante dicha intervención, se deshizo en halagos haciendo alusión a “su indiscutible papel en la puesta en marcha de la revolución bolivariana” y afirmando que “reconocemos en él al más digno libertador. Chávez ha retomado el sueño de la unidad de los pueblos de América”.
Tales contradicciones sugieren que el compromiso de Yolanda Díaz con las víctimas del totalitarismo político es selectivo, ya que, en función del corte ideológico del personaje, existen dictadores malos que merecen ser censurados y dictadores buenos y más “cuquis” que, al contario, deben ser comprendidos y alabados. Lo cierto es que, a diferencia de la líder de Sumar, una persona realmente comprometida con la defensa de las libertades y del estado de Derecho es aquella que condena por igual cualquier régimen dictatorial sin importar su ideología y no aquella que lo apoya si éste defiende sus mismas ideas. No obstante, en este caso, Yolanda Díaz lo tiene complicado porque, tal y como ha demostrado la Historia, el comunismo únicamente ha podido instaurarse bajo la imposición y la coerción, de modo que es poco probable que la veamos ensalzando a alguna democracia liberal.
En cualquier caso, a la vista de los últimos datos de empleo del mes de junio, parece que el juego de retirar medallas y exhumar cadáveres no consigue que España deje de encabezar el ranking de países de la Unión Europea con mayor tasa de desempleo ni tampoco que el nivel de vida de los españoles, medido en PIB real per cápita, se acerque al del año 2019.
*Vídeo de las declaraciones de Yolanda Díaz sobre Hugo Chávez.