Continuamos el maratón de viajes con una nueva aventura por una de las ciudades más accesibles para viajar desde Brno, Bratislava. La capital de Eslovaquia es perfecta para hacer una escapada de fin de semana si te encuentras por Europa central.
Es especial viajar a Eslovaquia al vivir en República Checa, ya que estos dos países solo llevan 30 años siendo independientes. Formada en 1918, Checoslovaquia era el estado común de dos culturas con un mismo origen y que se fueron desarrollando de manera separada con el tiempo. Por ello nunca existió una nación Checoslovaca, si no que se trataba de dos naciones en un mismo país. La disolución de Checoslovaquia en 1993 no fue la primera división que se produjo, ya que también fue dividida durante la Segunda Guerra Mundial.
Imágen de los manifestantes durante la revolución del terciopelo
Con la caída del régimen comunista en Checoslovaquia gracias a la revolución del terciopelo de 1989, se celebraron las primeras elecciones democráticas y Vaclav Havel se convirtió en el presidente del país. Las diferencias entre los parlamentarios eslovacos con los checos se hicieron cada vez más notables frente a la imposibilidad de acordar la propuesta de Eslovaquia de descentralización de competencias y mayor autonomía en sus comunidades. Hay que tener en cuenta que pese a tener un presidente común, Eslovaquia y Chequia tenía su propio primer ministro. Se celebraron nuevas elecciones en 1992 y los nuevos miembros del parlamento aceptaron la imposibilidad de llegar a un acuerdo, por lo que acordaron la división pacífica de amabas naciones. Una división que no se aprobó por referendum, por lo que no se sabe realmente si el pueblo eslovaco y checo estaban de acuerdo con esta decisión.
Pese a la diferencia cultural entre ambas naciones, cualquiera persona que viaje a los dos países podrá comprobar que las dos culturas son casi idénticas. La gente se parece muchísimo, sus idiomas son muy similares y la gastronomía también es muy semejante. Es más, cuando viajas a Bratislava parece que no has salido de República Checa, solo te das cuenta de que estás en otro país porque su moneda es el euro.
¿Cómo llegar?
El viaje desde Brno hasta la capital eslovaca es muy cómodo, tanto en tren como en bus, pero yo recomendaría viajar en bus. En la actualidad, el viaje en tren no va directo a Bratislava al haber un tramo del trayecto en obras, por lo que hay que hacer un transbordo y hacer el último tramo en autobús. El viaje en autobús es de tan solo 1 hora y 45 minutos, mientras que en tren se llega hasta las 2 horas y 40 minutos. Los precios de ambos medios de transporte rondan entre los 6-12€ por trayecto, por lo que el viaje es más que asequible.
Si viajais desde España, hay vuelos desde Madrid por 60€ o desde Barcelona por 40€, ambos ida y vuelta. Otra opción es volar hasta Viena y desde allí desplazarse en tren hasta Bratislava, el trayecto es de tan solo 1 hora y el precio por billete ronda entre los 7 y los 15€.
¿Qué ver?
Pese a no llegar a los 500.000 mil habitantes, Bratislava es la ciudad más grande del país. Su pequeño tamaño en comparación con el resto de capitales europeas, la convierte en un destino muy cómodo y atractivo de visitar. Situada a la orilla del Danubio y a los piés de los montes Cárpatos, la ciudad siempre ha sido un punto importante en las rutas comerciales de Europa debido a su excelente localización geofráfica. La ciudad puede visitarse perfectamente en 1 o 2 días como máximo, siendo los siguientes 4 monumentos los más destacados de la capital de este jóven país.
1. El Castillo de Bratislava
Considerado como el símbolo de la ciudad, el Castillo de Bratislava ha ejercido como la residencia de dirigentes celtas y reyes húngaros, una fortaleza cuyas primeras referencias escritas se remontan al año 907. Lo que era un castillo pre-románico de piedra durante los siglos XI y XII, se convertiría en una alameda gótica en el 1423 que fue nombrada Castillo de Sigmund. Tras las modificaciones realizadas en 1768, un brutal fuego arrasó el castillo en 1811 y lo dejó en ruinas durante los siguientes 150 años.
Tras la reconstrucción del castillo en 1968, este se abrió al público y se habilitó para albergar varias obras del Museo Nacional Eslovaco. Las mejores vistas de Bratislava se encuentran en los jardines que rodean al castillo, desde allí podrás ver la ciudad desde su punto más alto. Aviso que el camino hasta el castillo es bastante empinado, por lo que hay que ir preparado para hacer un poco de ejercicio pero de verdad que el esfuerzo merece totalmente la pena.
2. La Iglesia Azul
La Iglesia de Santa Isabel, popularmente conocida como la Iglesia Azul, es uno de los monumentos más populares y fotografiados de la ciudad. Diseñada por el arquitecto húngaro Edmund Lechner, esta iglesia de estilo modernista es una de las joyas que esconde Bratislava, un diseño único que realmente impresiona al verlo en persona. Su característico azul combinado con el blanco recuerda al glaseado de una tarta de cumpleaños, por muchos también la apodan “la iglesia tarta”.
La iglesia es muy pequeña y está un poco alejada del centro histórico, andando se tardan unos 20 minutos, pero no puedes irte de Bratislava sin haberla visitado. Como curiosidad, la iglesia no es solo popular entre los turistas, si no también entre los locales. La lista para casarse en la Iglesia Azul es eterna.
3. La Catedral de San Martín y la ciudad vieja
Una de las visitas obligadas es la de la Catedral de San Martín, una antigua iglesia románica que pasó a ser gótica en 1452. En el templo se celebraron todos los matrimonios de los reyes hungaros de la dinastía Habsburgo con sus consortes entre 1563 y 1830. En honor a estas uniones, una réplica de 300 kilogramos de la corona real húngara cuelga de la torre neo-gótica de la catedral. Con 69 metros de ancho, 22.8 de largo y 16 de alto, la catedral es imponente por fuera pero muy sobria por dentro.
La catedral está situada casi al final de la ciudad vieja, a los piés del castillo y casi a la orilla del Danubio. El casco histórico es pequeño y muy bonito de visitar, la plaza más bonita de todas es sin duda la del antiguo ayuntamiento, todos sus edificios son preciosos. Otra de las insignias de la ciudad vieja es la Torre de San Miguel, por la que podrás pasar por debajo para acceder a la Calle de San Miguel, una de las más antiguas y concurridas de la ciudad. Otros monumentos como el palacio presidencial o el espectacular Teatro Nacional, pueden verse en la plaza Hodža y en la plaza Hviezdoslav, ambas a menos de 10 minutos del antiguo ayuntamiento.
Además de su capital, Eslovaquia tiene mucho que ofrecer turísticamente, ya que el país cuenta con 8 lugares catalogados como patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Entre estos destinos, destaco especialmente el Castillo de Spiš y las cuevas de Slovenský kras.
– El Castillo de Spiš
Considerado como uno de los complejos medievales más grande de Europa central, este impresionante monumento fue declarado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad en el año 1993. Construido a comienzos del s. XII en la antigua frontera con el antiguo estado feudal húngaro, la fortaleza pasó a ser la residencia del gobernador de la región de Spiš. El castillo fue reconstruido en el s. XV pero el complejo cayó en ruinas debido a un fuego en 1780. Desde 1970, se han ido realizando intensas labores de restauración para preservar las paredes y los palacios del castillo pese a la inestabilidad de la piedra sobre la que se alza la estructura.
En la actualidad, el castillo está abierto al público durante todo el año excepto entre los meses de noviembre a marzo. La entrada tiene un precio de 8 para adultos y 6 para estudiantes.
– Slovenský kras
Si eres amante de la naturaleza, uno de los planes que puedes hacer es visitar uno de los 8 parques nacionales del país. Entre ellos destaca Slovenský kras en la región kárstica más extensa de Europa central, un territorio a los piés de los montes Slovenské conocido por sus cuevas y lagos.
En 1995, la UNESCO reconoció a las 1350 cuevas que se encuentran en el parque como Patrimonio de la Humanidad. La geología de las cuevas nos permite remontarnos millones de años en el pasado a través de las rutas que pueden realizarse en casi todas las cuevas. Algunas como las grutas Domica cuentan con hasta 21 kilómetros de largo, mientras que otras, como la cueva de Ochtinská, cuenta con un circuito de tan solo 230 metros. Esta última es especial, ya que se trata de una de las 3 cuevas de aragonitos que se han descubierto hasta la fecha en el mundo. El aragonito es junto a la calcita y vaterita, una de las 3 formas critalinas del carbonato de calcio.
En cuevas como la Jaskyňa Domica, hay la opción de hacer la visita en barca, la cual merece la pena porque solamente cuesta 1€ más que la visita sin barca. Esta última es de 6€. El parque natural se encuentra a 3 horas y 50 minutos en coche desde Bratislava y no hay tranporte público, por lo que la única opción es la de viajar en coche.
¿Qué y donde comer?
Como siempre he dicho, uno no visita realmente un país hasta que prueba su gastronomía, por lo que Eslovaquia no fue la excepción. Si eres amante del queso, te quedarás enamorado con la cocina del país porque este el ingrediente estrella en la gran mayoría de platos. El considerado plato nacional, el Bryndzové halušky, consiste en unas bolas de masa de patata parecidas a los gnocchis italianos acompañados con una salsa de queso de cabra. Por encima se le suelen añadir trozitos de bacon y nueces. Fue sin duda el plato más rico que probé allí.
Como es habitual en esta zona de Europa, las sopas son uno de los platos más populares de la cocina eslovaca. Una de las más populares es la Krémová cesnaková polievka, una cremosa sopa de ajo que suele servise dentro de un bollo de pan. Para aquellos con mayor apetito recomiendo probar la Kapustnica, una sopa con salchichas, patata, repollo y champiñones. Si eres amante del queso, me decantaría por la Demikát, una sopa de queso de cabra muy típica de las zonas montañosas del país.
En cuanto a los postres, una deliciosa opción es el Bratislavský rožok, una especie de croissant relleno de nueces moscadas o semillas de amapola. Yo me decanté por el relleno de nueces y me recordo mucho a las casadielles asturianas, aunque si realmente quieres probar la versión tradicional, esta sería con relleno de semillas de amapola. Puedes encontrar este bollo en todas la panaderías de la ciudad y en muchos restaurantes.
Para probar toda esta comida tradicional, os recomiendo ir el restaunte Flagship, un antiguo teatro reconvertido en restaurante y que se encuentra entre uno de los más grandes de Europa. Por lo que no tendrás problema en encontrar sitio si sois un grupo grande. Si lo que buscas es comida tradicional a un precio más asequible, me decantaría por Viecha u sedliaka, un acogedor restaurante situado en el centro de la ciudad donde la relación calidad-precio es excelente.
Al igual que me sucede con Luxemburgo, este es un lugar que no creo que vuelva a visitar por motivos turísticos, pero al que no me importaría volver porque la ciudad me gustó. Bratislava me dió la sensación de no haber salido de República Checa y que todo era idéntico a lo que me encuentro en Brno, pero una vez vas paseando por sus calles te vas dando cuenta de las diferencias culturales que existen entre estas dos naciones.
Como siempre, espero que esta guía os sea de utilidad si llegais a visitar Bratislava y que os anima a viajar a este país. ¡A seguir viajando!