Tan cierto es que la historia la escriben los ganadores como que finalmente aquí no queda nadie.

Podemos empeñarnos una y otra vez en retorcer el relato para que se parezca a lo que queremos pero siempre la naturaleza de las cosas vuelven a su ser.

Querer avanzar sin moverse del sitio es un ejercicio de soberana estupidez, que por lo que parece, no solo va ganando adeptos sino que  desespera a los que no comulgamos.

Hubo un tiempo en que hubo quien removió cielo y tierra para encontrar la manera de darle la vuelta a una tortilla que parecía predestinada para los ya eternos.

También había otros que creían que lo importante era cambiar de comensales por esto de alternar, como si eso fuese garantía de algo mejor.

Sin embargo, los que nos centramos en cambiar la tortilla pronto nos encontramos que sobraban patatas y faltaban huevos… claro que donde hay patrón no manda marinero. Y así se cocinaron las cosas.

En los fogones estaba lo de siempre, y como era esperable cocinando como siempre. Misma tortilla para nuevos jefes, aunque, a la postre,  no cocinaba a gusto.

¿Para que echarle más huevos si la vas a  agarrar peor? … pues eso, para que esté más suelta.

Pasar de chantajista a traidor es solo una cuestión de huevos … bueno, y de ser auténticamente libre.

Esto de cambiar sin cambiar tenía su aquel. Si era un compromiso ya era otra cosa. … claro que a lo mejor hay que empezar a pensar en no obsesionarse con los huevos … ¿será cosa de la edad?

Y ahora, hablando en serio. ¡Houston tenemos un problema!

… ¿Y si probamos con cebolla? … esa será otra historia.

¡Qué ustedes la cocinen bien! , y a ver si llega para todos.