Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida.
Un empleo, un cargo, una relación. La libertad personal es nuestro bien más preciado. Hasta en las ataduras, si son elegidas, somos dueños de nuestro ser. Ahora bien, siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella más allá del tiempo necesario, pierdes el sentido del resto.
¿Terminó tu función? Puedes pasarte mucho tiempo de tu presente revolcándote en los porqués, y tratar de entender por qué sucedió tal o cual hecho. El resto también tendrán que repensar si compensó.
Lo que sucedió, sucedió; hay que soltarlo, hay que desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos. El pasado ya pasó. No esperes que te lo devuelvan, no esperes que te reconozcan, no esperes que alguna vez se den cuenta de quién eres tú.
Suelta el resentimiento, lo único que consigues es dañarte lentamente, envenenarte y amargarte
La vida está para adelante, toma tus decisiones, cierra capítulos. Pero no por orgullo ni soberbia, sino, porque tú ya no encajabas ahí, en ese lugar, en ese puesto.
Ninguno somos los mismos que fuimos hace unos meses. No hay nada a qué volver. Cerrar la puerta, dar vuelta a la hoja, cerrar el círculo. Nada ni nadie es indispensable.
Rematar siendo correcto en las acciones es lo que engrandece y no me cabe duda de que así será.
Ser fiel a los compromisos y elegir el mejor camino para todos ayudará a seguir adelante con tranquilidad. ¡Esa es la vida!
Tener la mente preparada para salir, para poder salir, nos hace profundamente libres
A todos nos conviene reflexionar sobre todo esto, porque podemos transformar un profundo desencuentro en oportunidad. Aunque puntualmente nos sintamos agraviados, habremos desempeñado una valiosa función.
¡Buena semana!