Los pacientes que tienen que ser atendidos durante un tiempo prolongado, no pueden verse obligados a pagar un montón de dinero en los parkings de los hospitales públicos
Hay quien solo se acuerda de Santa Bárbara cuando truena o de poner el grito en el cielo cuando el asunto en cuestión le afecta de manera directa. En mi caso, y aunque en esta ocasión mis reflexiones de hoy acerca de la necesidad de contar con una sanidad gratuita y universal están motivadas por un desgraciado accidente doméstico, una fractura de peroné que me mantiene prácticamente inmovilizado, he de decir que sobre este asunto he escrito en no pocas ocasiones y que rara vez lo he hecho como consecuencia de una coyuntura personal.
Quienes de ustedes sigan esta sección me habrán leído en infinidad de ocasiones defender, al margen de mis convicciones liberales, que cuestiones como la sanidad, la educación, la seguridad o la limpieza tienen que estar garantizadas por el Estado y que deben tener la condición de universales y gratuitas. ¿Que después haya quien recurra al sector privado para hacer uso de ellas? Perfecto. Pero ello no es óbice para que, quien no tenga esa potestad, pueda y deba tener el derecho de acceder a ellas a través de un sistema público. Que para eso estamos hablando de derechos y servicios esenciales, absolutamente prioritarios.
Siempre he defendido que sanidad, educación, seguridad y limpieza son servicios públicos esenciales que debe garantizar el Estado
Como les cuento, estos días me he visto en la obligación de tener que realizar frecuentes visitas hospitalarias, y he refrendado la penosa situación de los servicios que el ciudadano se ve obligado a utilizar para cursarlas. Y no hablo para nada de las consultas ni de la atención médica. Me refiero a lo que acontece desde que sales de casa hasta que llegas a la consulta y de nuevo retornas al hogar, y al desembolso, a todas luces, injusto y excesivo que ello supone.
Me parece sangrante que el Sergas esté haciendo negocio con los parkings de los centros hospitalarios, cediéndolos en concesión y admitiendo unas tarifas que, en muchos casos, son incluso superiores a las de un aparcamiento en el centro de una gran ciudad.
Hace unos años, el gobierno de Baleares, una comunidad mucho más rica que Galicia según las estadísticas, decretó que los parkings de todos los hospitales públicos fuesen gratuitos. Aquí, sin embargo, los pacientes o los visitantes nos vemos obligados a realizar un desembolso que en el caso de tener que padecer –en primera persona o en un familiar- una enfermedad, un tratamiento o una dolencia que se prolongue en el tiempo, no es desde luego nada desdeñable.
No parece razonable que la sanidad pública haga negocio con los parkings de los hospitales y someta a un gasto importante a los pacientes que necesitan una atención prolongada
Añádanle a eso el coste que supone, para quienes no vivimos en la ciudad, el carburante y los peajes (intentar llegar en tiempo y forma a un hospital utilizando transporte público es hoy en día absolutamente imposible), y no les quiero contar lo que cualquiera se puede dejar en un mes en esos conceptos que, insisto, son básicos para quienes necesitan ir a consultas o a visitar a un enfermo de manera reiterada.
Es inconcebible que a los gallegos, además de ser la única comunidad autónoma, que mantiene el peaje a la movilidad, se nos siga obligando a pasar por caja para la utilización de esos servicios básicos.
Ahora que tanto se habla del modelo de los nuevos proyectos sanitarios que se pondrán en marcha, no estaría de más que se tuviera también cuenta estos aspectos, que si bien desde luego son menores en relación con la trascendencia de lo que es la atención médica, no dejan de ser importantes para un elevado número de usuarios de nuestra sanidad pública.