Por simplificar, supongamos que en España hay 100 billetes y 100 productos para comprar. Un día compro 10 productos al precio actual, cuando hay 100 billetes. Esa noche, el Estado imprime 10 billetes. Al día siguiente hay diez billetes más y el mismo número de productos. A eso se le llama inflación.
Parece que poco a poco todo se encarece, pero tu sigues con tu sueldo del año pasado. Tu ahorro del banco sigue marcando la misma cifra – ¡no he perdido dinero! – exclama el pueblo aliviado. Sin embargo, con el dinero que hay en el banco cada vez se pueden comprar menos productos. La intuición te dice que inviertas, para así al menos tratar de no poder adquisitivo, pero lo desestimas por no ser algo dentro de tu círculo de conocimiento ya que en la escuela convenientemente nunca te enseñaron.
Los precios siguen subiendo, como el Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA) es un porcentaje sobre los precios; al subir éstos, suben más los impuestos, porque el Estado recauda más. Desde los medios de comunicación, pagados por el Estado, se echa la culpa a los supermercados por haber subido los precios. Los supermercados por su parte muestran sus cuentas anuales enunciando que cada vez ganan menos por cada producto que venden y que ellos no tienen autoridad ninguna para no repercutir al contribuyente los impuestos que el Estado les cobra.
Todo es más caro, las empresas facturas más pero cada vez ganan menos puesto que sus costes han subido. De nuevo los impuestos como porcentaje del precio suben, por lo tanto, el Estado gana cuando todos los demás pierden. A ti como consumidor cada vez te cuesta más pagarlo todo, el Instituto Nacional de Estadística (INE) publica un aumento en el Índice de Precios al Consumo (IPC) del 5%, sin embargo, a ti te parece que todo está subiendo a doble dígito.
Vas a tu jefe y le pides un aumento de sueldo. Tu jefe te dice que no te lo puede subir, por que la empresa está con tiranteces. Después de muchas idas y venidas te suben el suelo por lo que publica el INE. Estás contento a medias, porque sabes que los precios han subido más. Cuando te llega la nómina te das cuenta de que la subida del 5% es sobre el salario bruto y con ello has llegado al tramo superior salarial. Parte de tu subida se la queda Hacienda.
Por su parte la empresa, te ha subido el sueldo y ahora tiene que pagar la subida en la cotización de la Seguridad Social a cargo del empleador. Por lo que, de momento, el hecho de subir los precios le va mal a todo el mundo menos al Estado que está ingresando más por IVA: al subir los precios, por IRPF: al subir los salarios y por Seguridad Social: al subir los costes de empresa debido a la subida salarial.
La empresa en la que trabajas se dedica a la alimentación, y ha tenido que repercutir los costes a su cliente: Mercadona. Para no subirte los precios, tienes los yogures más pequeños, las galletas con menos chocolate, las bebidas ya no se llenan hasta arriba y las patatas fritas vienen con más aire. La reduflación ha llegado, reducir producto a cambio del mismo precio debido a la inflación.
Con la pérdida de poder adquisitivo llegas justo a final de mes. Debido al Covid, lamentablemente un familiar tuyo falleció y te dejó en herencia un piso. Como ves que ahora se han disparado el precio de los inmuebles, crees que es buen momento para vender. Pagas una plusvalía interesante, aunque los euros que recibes compran menos que si hubieras venido esa propiedad hace un año. Una vez más Estado ingresa.
Para bajar la inflación el Banco Central Europeo sube el precio del dinero. España tiene que pedir prestado para financiar por el descuadre de su balance. Como las cuentas corrientes de los bancos no remuneran los saldos, la población va en tromba a comprar Letras del Tesoro que al menos dan algo. España emite deuda a un año por 100€, pagan el 5%. Te devuelven 105 pero 1 se lo queda el Estado el año siguiente. Todo es un 10% más caro, tu solo recuperas un 4%.
Finalmente, el Gobierno enuncia que la inflación ha bajado del 5% al 3% celebrando la cifra como una victoria. A ti te queda el consuelo de que ahora te robarán menos. Te pones a pensar y te das cuenta de que la inflación al Estado le viene genial por los impuestos que son un porcentaje de lo que gravan. Y por otro lado también al Estado le viene bien la inflación porque grava las plusvalías: la diferencia entre el precio al que lo compraste y al que lo vendiste; pero no al precio al que compraste ese bien con lo que valen ahora los euros por lo que lo estás vendiendo. Precios deflactados.
Como ciudadano empiezas a informarte de qué hacer. Ves que países como Venezuela o Argentina eran ricos antes de empezar con esta dinámica. Te preguntas las opciones que tienes y te das cuenta de que la única manera de prosperar es fomentar un espíritu crítico para contrastar cualquier tipo de información que te llegue utilizando un sesgo de autoridad, ya sea del Gobierno o medios de comunicación.