España presenta una tasa de paro estructural de cerca del 12%. Este hecho se debe a que hay muchos puestos de trabajo que nunca podrán ser cubiertos debido a que las transferencias del Estado son de una cuantía similar a lo que el mercado de trabajo remunera a esos puestos. En consecuencia, los trabajadores prefieren cobrar una paguita antes que trabajar. Lo curioso que está pasando es que España, con la mayor tasa de paro de la Unión Europea y la menor ratio de vacantes por desempleado, presenta un problema que se da en las economías que se encuentran en pleno empleo. ¿Cómo es esto posible?

En el mes de junio se alcanzó un máximo histórico en España de 280.678 dimisiones, de las que 211.641 eran trabajadores con contratos indefinidos. Este hecho es notorio pues normalmente no se suelen dar dimisiones en una economía que no tiene alternativas de empleo. Un trabajador que dimite de su actual cargo lo hace por haber aceptado un empleo que se adecúe más a sus preferencias. El año 2022 en España fue histórico en dimisiones y lo que llevamos de 2023 está batiendo las cifras del año 2022. En total en el semestre han dimitido 1.014.556 personas de su trabajo. Analizando las cifras históricas podemos ver que los asalariados con contratos estables han supuesto siempre la mayoría respecto a los contratos eventuales. En datos de junio de 2019 el 62% eran afiliados con contrato estable y el 31% eran eventuales y el resto son “afiliados sin contrato” que son mayoritariamente funcionarios, ascendiendo éste grupo al 7%. Según la nueva reforma laboral, ahora el 78% de los contratos son indefinidos, el 14% temporales y el 8% de funcionarios.

Desde la nueva reforma laboral, las posibilidades de encontrar un empleo indefinido han aumentado por el tipo de contrato. Esto es algo sorprendente con una tasa de paro del 12% y unas 5 vacantes por cada 100 parados según el Instituto Nacional de Estadística (INE). La pregunta que hay que hacerse es, si hay tantos pocos puestos por cubrir, ¿dónde van ese millón de personas que ha dimitido de sus trabajos? Hay dos posibles soluciones: o son vacantes de nueva creación o que esas vacantes no están en registros convencionales por la posibilidad del teletrabajo.

Después de la pandemia España se está encontrando con un problema debido a su pirámide poblacional, y es que el porcentaje de población activa entre 25 y 65 años se encuentra en su mínimo histórico. Esto hace que exista una falta de mano de obra especializada y también una falta de mano de obra en los sectores donde las transferencias estatales suponen un alto porcentaje del sueldo de los trabajadores, por lo que no hay demanda de empleo en éstos sectores.

Debido a que el mercado laboral se ha ensanchado para los perfiles técnicos más demandados, ahora es posible que alguien desde España esté trabajando para un empleador de otro país. Lo que hace que las cifras de paro estén distorsionadas.

Aparte, los puestos que tienen la posibilidad de teletrabajo ofrecen la posibilidad de cambios rápidos de un empleador a otro. El problema es que esta coyuntura solo ocurre en los puestos tecnológicos, en los puestos tradicionales ocurre lo que lleva ocurriendo siempre en España: salarios poco competitivos, presencialismo y altos impuestos.

Aunque sea la excepción que confirma la regla, en puestos de trabajo cualificados en nuestro país se produce un aumento salarial del 6% anual, superando a economías de la zona Euro, a Estados Unidos y solo siendo rebasado por el Reino Unido. Por ello podemos decir que las dimisiones se están produciendo en un sector del mercado con alta rotación y que no se “beneficia” de la regulación laboral puesto que el empleado siempre tiene la posibilidad de estar en una mejor empresa.

La ley laboral en España trata de proteger al empleado cuando una empresa quiere aprovecharse de él. Pero si en vez de tratar de proteger al empleado se dinamizara el mercado laboral, el empleado quedaría protegido automáticamente; pues ante un problema con la empresa, el empleado puedes “saltar” a otro puesto laboral. El problema es que, en España, hay muchos trabajadores que no pueden “saltar” de su puesto laboral porque si no perderían la indemnización por despido de estar 20 años trabajando para el mismo empleador. Digamos que en vez de preocuparse en mejorar su perfil e ir saltando de empresa a empresa los trabajadores están preocupados por cobrar en el hipotético caso en el que los echen.

Este problema es inédito en España pues nunca antes habían convivido dos realidades: lo tradicional del mercado laboral español con una realidad del teletrabajo donde los perfiles compiten sin fronteras. Al competir sin fronteras hay una eficiencia máxima por lo que la ley laboral no entra en escena nunca porque al menor abuso el trabajador huye de la empresa. Por ello en España ahora mismo están conviviendo dos mundos: los altos salarios y la alta rotación de los perfiles de alto valor añadido; con los trabajos necesarios de bajo valor añadido que no se pueden cubrir porque las transferencias del Estado son un alto porcentaje del salario, lo que desincentiva trabajar.

En los próximos diez años veremos el colapso de un mundo y el florecimiento de otro. El mundo laboral tradicional, con sus rigideces, se extinguirá porque no habrá recursos para mantenerlo. Mientras que el mundo eficiente del empleado que se sabe adaptar a los cambios podrá beneficiarse de las nuevas olas de disrupción tecnológica que vienen.

Hay dos maneras de ver el mundo: como los mecanoclastas del s.XIX que veían que las nuevas tecnologías iban a destruir su modo de vida, o como los conscientes de que las nuevas tecnologías pueden añadir valor si sabemos adaptarnos a las mismas. Y otra cosa no, pero el ser humano es un ejemplo de adaptación.