Por Susana Bravo
Pregunta para usted, amable lector o lectora. ¿Qué ha hecho Inés Rey por usted desde que fue reelegida alcaldesa hace cien días? La respuesta seguramente coincidirá con la mía. Nada, como lo que hizo en los seis meses anteriores o en buena parte del mandato en el que se dedicó a pagarse una campaña de autopromoción, sobre todo en La Voz de Galicia y en RadioVoz, que le sirvió para perder menos apoyos de los que realmente tendría que haber perdido el pasado 28 de mayo. Si usted tampoco encuentra nada que le haga la vida más fácil, repase conmigo este sencillo balance.
La primera conclusión es que Inés Rey, o quienes le asesoran, se fían de tan poca gente que ha tenido que concentrar todo el poder del Ayuntamiento en dos personas y media. Por un lado, José Manuel Lage Tuñas, que sigue siendo el factótum todopoderoso que dirige las operaciones en el día a día. Por otro, Gonzalo Castro, el fiel soldado que se dedica a distraer a los coruñeses, ya sabremos a qué precio, con lo único que parece funcionar en María Pita: las fiestas. Mientras se baila no se protesta, ni se piensa.
Queda la tercera pata de este banco, Yoya Neira, a la que primero largaron del palacio municipal a Cuatro Caminos para alejarla de Inés Rey, a la que tampoco se corta en criticar en público y en privado, y a la que luego quisieron contentar con unos pluses salariales en forma de plenos en la Diputación.
Pero mientras, el Ayuntamiento ha vuelto a gestionar con retrasos injustificables las becas comedor, los colegios siguen acumulando problemas de mantenimiento, en nuestras calles se multiplican los atascos (aunque algún concejal tenga bula para aparcar donde quiera, como ha contado AHoyNoticias) y los barrios siguen inseguros, sucios y con una clamorosa falta de mantenimiento. Nada parece funcionar después de cuatro años y 100 días.
En buena parte de ese caos tiene mucho que ver el hecho de que el gobierno local esté inacabado. El disparate de colocar hasta doce jefes de área para once concejales hace que muchas de esas plazas se hayan quedado desiertas a la espera de contar con la imprescindible dotación presupuestaria.
A estas alturas del año, la ciudad sigue sin presupuesto por segundo año consecutivo. Y Lage, fiel a sus tácticas dilatorias ha apurado al límite los plazos para presentar el documento con las cuentas al BNG, como se comprometió en el acuerdo de investidura de la alcaldesa.
De momento, ya ha ganado todo octubre y, en el mejor de los casos, el presupuesto municipal no irá a pleno antes de mediados de noviembre y, con suerte, podría entrar en vigor a finales de enero.
En Urbanismo, además de defenestrar a Fran Dinís, se ha producido una pequeña purga de funcionarios cuyo rendimiento dejaba bastante que desear. La nueva encargada de la oficina, procedente de Oleiros, intentar revisar el inagotable número de incendios generado por sus antecesores, pero, mientras, la gestión de licencias municipales y del urbanismo en general sigue siendo pésima.
La ciudad sigue igual de sucia que antes, con el conflicto con los sindicatos de basura camino de convertirse en eterno, gracias al silencio cómplice de la alcaldesa, de Lage y de la nueva concejala, Nereida Canosa. Mientras, Nostián sigue sin funcionar y nos amenazan con un nuevo desembolso millonario para colocar un quinto contendor de recogida de basuras.
El caos sigue instalado en Deportes, donde el principal mérito para trabajar es ser amigo de Gonzalo Castro o antiguo conocido de sus tiempos en Ordes. Y en Cultura, pues lo de siempre, nada de nada.
Ah! Inés Rey ha seguido trepando en el PSOE e incluso intenta vendernos como un éxito, con la ayuda de La Voz, ser vicepresidenta de la FEMP. Seguro que usted es capaz de recordar algún otro vicepresidente de este organismo. A mí solo se me viene a la cabeza Paco Vázquez, que fue presidente y no se dio tanto autobombo.
Hágase usted su propio balance, pero la realidad es que el suspenso de Inés Rey es tan grande como los atascos que nos siguen esperando cada día en Alfonso Molina.
Solo funcionan las multas, las dietas y la millonaria inversión en propaganda para tratar de convencer a los vecinos de que viven en una ciudad con un gobierno municipal eficaz. Toca esperar otros cuatro años para poder votar y acertar.