A falta de una semana para que se cierre 2023, ya han muerto 16 menores de 25 años en accidentes de tráfico en Galicia.

Llegadas estas fechas, los informativos y noticieros se llenan de balances. Y de entre ellos, hay uno en Galicia que siempre me estremece por las enormes tragedias que hay tras él. Me refiero al balance de muertos en carretera.

Es un viejo de caballo de batalla personal que no puedo ni quiero obviar, porque estoy convencido de que muchas de esas muertes se podrían haber evitado con una serie de medidas, no demasiado difíciles de aplicar, y que llevo años reclamando.

Y lo peor de ese balance es que cada año va a más. No hay ni un solo ejercicio que quede por detrás del anterior, lo cual es verdaderamente dramático. A falta de una semana para que se cierre 2023, ya han muerto 16 menores de 25 años en accidentes de tráfico en Galicia. Una cifra que supera con creces los fallecimientos de 2022, año en el que las carreteras gallegas se cobraron la vida de nueve jóvenes.

Dieciséis vidas truncadas en lo mejor de su existencia. Dieciséis familias rotas. Dieciséis tragedias que sumar a las muchas otras que se quedan en el asfalto. Galicia no puede seguir consintiendo esta imparable sangría. Máxime cuando somos una comunidad avejentada, que pierde población a pasos agigantados. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística, en la primera mitad de este 2023 nacieron en Galicia 6.826 bebés, una media de 37 al día. Esa cifra supone un descenso de cien nacimientos menos respecto al mismo periodo del año anterior, en el que, a su vez, los natalicios ya habían caído diez puntos con respecto a 2019. Lo dicho, un desastre. Cada vez tenemos menos jóvenes y a los que tenemos los ponemos en peligro de muerte, cada vez que salen a la carretera.

He defendido en incontables ocasiones que suprimir los peajes a la movilidad conllevaría de inmediato una reducción de la siniestralidad.

Hace unos días nos anunciaron que tendremos lecciones autonómicas el 18 de febrero. Espero y confío –y si no es así, lo solicito- que los partidos sean sensibles e incluyan en sus programas –y, sobre todo, después en sus hechos- soluciones que pongan fin a esta sucesión de tragedias en nuestras carreteras.

He defendido en incontables ocasiones que suprimir los peajes a la movilidad conllevaría de inmediato una reducción de la siniestralidad. Prueba de ello es que la abrumadora mayoría de los accidentes mortales tienen lugar en nuestras carreteras secundarias. Sin embargo, ¿qué hacen nuestros dirigentes? Mirar hacia otro lado. Ni siquiera les importa que la Unión Europea haya declarado que la ampliación de la concesión de la AP-9 es ilegal. Seguimos igual que estábamos. O se desangra nuestro bolsillo o nos desangramos nosotros, literalmente.

Hace años que Galicia viene ostentando el triste récord de ser la comunidad con más víctimas mortales en carretera en relación a su número de habitantes. Y eso que estamos en la periferia y no somos una comunidad de paso. Creo que ya va siendo hora de que nuestros dirigentes, de todos los colores políticos y de todos los niveles institucionales, contemplen el grave problema de la siniestralidad vial como un asunto prioritario. De lo contrario, llegadas estas fechas, seguiremos una y otra vez dando cuenta de este luctuoso balance. Y, lo peor, seguirá habiendo muchas familias en Galicia paras las que no tenga sentido celebrar las Navidades.