Porque saber hacerlo “…es la mayor de las sabidurías y uno de los más difíciles capítulos del gran arte de vivir”

De forma intermitente y recurrente, se nos recuerda el grave problema del envejecimiento poblacional y la longevidad, pero rápidamente cae en el olvido.

Y cuando se aborda el tema, suele hacerse desde una perspectiva casi exclusivamente economicista, dejando a un lado lo que significa el envejecimiento para los seres humanos. Dicho con más claridad: no se habla de la conveniencia de aprender a ser Mayor, cuando “saber envejecer es la mayor de las sabidurías y uno de los más difíciles capítulos del gran arte de vivir”, según Henri Amiel.

Tal vez la primera idea sea percatarnos de que la verdadera vejez aparece en nuestro interior cuando desaparecen la ilusión, la esperanza, la curiosidad y el entusiasmo por hacer cosas. Mientras estemos aprendiendo, no seremos viejos. Es necesario mantener abierta la venta de la curiosidad.

Otra idea consistiría en admitir con naturalidad la pérdida paulatina del vigor físico y los vínculos sociales relacionados con el trabajo; la liberación de obligaciones, responsabilidades y horarios, etc. En suma, aprender a deshacernos del equipaje que ha sido imprescindible para hacer una parte del viaje de la vida y sustituirlo por el adecuado para el nuevo trayecto. Preparándonos con realismo, sentido común y reflexión previa, veremos con normalidad cómo se cierran unas puertas y se abren otras.

Un enfoque positivo del aprendizaje para ser Mayor partirá de valorar la madurez, la experiencia, el tiempo libre, la serenidad, la liberación de obligaciones y compromisos, la paz interior, el equilibrio y la oportunidad que la vida nos brinda para poner en práctica proyectos e ilusiones soñados y escondidos durante años en la memoria.

La vida, desde la niñez, debe ser un proceso continuo de aprendizaje y de crecimiento personal. Formarían parte de esta tarea de preparación aspectos como la salud, la nutrición, medidas preventivas de índole económica y jurídica, lugar en el que vivir, criterios de consumo, vínculos sociales y utilización del tiempo de ocio, entre otros.

Otro tema importante, de carácter general, es la importancia de la coincidencia permanente en el hogar con la esposa o pareja, mayores ambos, jubilados, porque puede generar fricciones en la convivencia. De ahí, la conveniencia de que ambos prevean esta cuestión con tiempo suficiente, para que cada uno pueda ir creando su propio espacio personal, sin perjuicio, naturalmente, de una vida en común solidaria y satisfactoria.

Una reflexión especialmente importante hoy debería ser la relación deseable con los hijos y los nietos. Es frecuente la plena dedicación de algunos abuelos al cuidado de los nietos, que, pudiendo ser enriquecedora en muchos aspectos, puede resultar delicada por su intensidad y consecuencias, y hacernos vivir de nuevo el síndrome del nido vacío cuando los niños empiecen a tener vida propia.

Siendo importante la reflexión individual acerca de cómo aprender a ser mayores, debería completarse con planes sociales que estimularan ese aprendizaje. Administraciones públicas, universidades, empresas, sindicatos, colegios profesionales e instituciones privadas con vocación social, deberían implicarse decididamente en esta tarea, fundamental para la mejora del bienestar de las personas mayores, mediante la organización de cursos o seminarios dirigidos a personas con una edad entre los 50 y los 60 años. Esta previsión ahorraría recursos públicos dedicados a la salud de los mayores y les propiciaría una vida más saludable.

…………….

Ya es momento de decir, un año más: ¡Feliz Navidad!, con el deseo de que reine entre los seres humanos la buena voluntad; una buena voluntad que haga posible lo que hoy parece una utopía: la paz y la convivencia entre quienes piensan de forma diferente.