Hay un eslogan muy popular y cursi, característico de los Mr. Wonderful patológicos de los que siempre es mejor huir, que viene a decir algo como: «No sabía que ponerme y me puse feliz». Dicho esto, en una tesitura similar se encontraba hace unos días Yolanda Díaz cuando «No sabía que ponerse y se puso una amnistía».

En efecto, según ha afirmado la vicepresidenta segunda del Gobierno en funciones, en una entrevista publicada en La Vanguardia, existen tres tipos de amnistía. En primer lugar, se refirió a las amnistías que facilitan el tránsito hacia un nuevo régimen político, afirmando que nuestra amnistía de 1977 se encuadraría en este supuesto. En segundo lugar, hizo alusión a las –por ella acuñadas– amnistías utilitaristas, sirviéndose de la amnistía fiscal practicada por el Partido Popular para ejemplificar su concepto. Y, por último, teorizó sobre las supuestas amnistías para resolver conflictos políticos, siendo ésta última la tipología en la que circunscribiría una hipotética amnistía para los condenados por el procés.

La licenciada en Derecho, lega en honestidad, pretende vender a los ciudadanos que la amnistía es una suerte de puerta que se puede abrir y cerrar según convenga. Sin embargo, ha obviado en su explicación que, en el primero de los casos, la amnistía no trajo el cambio político, sino que el cambio político fue lo que trajo la amnistía. En este supuesto, el orden de los factores sí que altera el producto, pues la amnistía lo único que hizo fue recoger el sentir de la sociedad española de aquel entonces que, tras la aprobación de la Ley para la Reforma Política, consideraba que determinados actos tenían que dejar de ser ilícitos, de modo que se suprimieron todos los delitos que podrían atribuirse a la dictadura.

Por el contrario, en la situación actual, aunque insistan en la existencia de un acuerdo social, la amnistía que se pretende llevar a cabo sí que tendría el papel que describe Yolanda Díaz porque sí que daría paso a un nuevo régimen. Si en aplicación de las reglas del juego vigentes, los acontecimientos de 2017 merecieron la calificación de delito por haber atentado contra el sistema democrático, si ahora se decide que no existieron tales delitos, sino que los condenados tenían derecho a hacer lo que hicieron, implícitamente se estaría reconociendo que el marco actual no es legítimo, ya que se perdona a aquellos que atentan contra él.

Desde luego, una amnistía en estos términos supone el desmantelamiento total del Estado de Derecho y la constatación de que en España la voluntad política del PSOE está por encima de la Constitución, del Tribunal Supremo, de las fuentes del ordenamiento jurídico, de la neutralidad institucional, de la separación de poderes y de la jerarquía normativa.

Continuando con la clasificación que la líder de Sumar hace de los distintos tipos de amnistías, por lo que respecta a las dos categorías restantes, resulta harto complicado trazar una línea que las divida porque… ¿Qué hay más utilitarista que perdonar unos delitos para conseguir los votos que no se obtuvieron en las urnas y así lograr la investidura de un partido que precisamente no incluía en su programa amnistía alguna?

Sin duda, a los tres tipos de amnistía hay que sumarle un cuarto: la amnistía tipo garrapata que no es otra que aquella que se necesita para seguir parasitando las instituciones.