¡No hace mucho yo veía un vídeo que explicaba que “los trabajos del futuro”, todavía no existen. Tal es la velocidad de cambio de las tecnologías, y por consiguiente, de la sociedad, que no podemos ni imaginar cómo se trabajará en el futuro.

Siempre me acuerdo de mi primer empleo: fue en una multinacional americana, de primer nivel.

Me incorporé entre un grupo de licenciados como yo, y la empresa se afanó en formarnos. Pero nunca olvidaré que -una vez ubicados en nuestros respectivos puestos de trabajo- eché en falta un ordenador sobre mi mesa. Me explicqron que allí se trabajaba en equipo; a mí me correspondía hacer análisis e informes de mercado, pero mis folios debía entregárselos a la secretaria del departamento. La pobre recibía los garabatos de todos los que formábamos parte de ese departamento, y -con dotes adivinatorias, trasformaba esos garabatos en informes legibles que entregaba a nuestro jefe común. La pila de papeles era descomunal.

Al poco, llegó el primer avance tecnológico; un ordenador (¡¡¡¡para compartir entre todo el departamento¡¡¡). Así respiraba la central en España de una multinacional americana reconocida en 1.990.

Cuando dejé mi empleo, me trasladé a una empresa de mucho menor calado, pero desde el primer momento conté con un PC para mí sólo. Mi carrera profesional me llevó “por aquí y por allá”, y ya siempre me moví con un portátil que agilizaba mi trabajo y me permitía estar en contacto con compañeros, proveedores y clientes.  Me hubiera resultado imposible soñar con estas facilidades sólo pocos años antes, a pesar de ser empleado de una super-multinacional.

Algo parecido me ocurre ahora cuando bajo al bar y me encuentro la carta en códigos QR, o veo como los lientes pagan sus cuentas acercando su ¿teléfono móvil? al datáfono del establecimiento.

Puede sonar a “abuelo Cebolleta”, pero recuerdo la anécdota que contaba de su suegro; iba a ver las obras de construcción de una autovía, y al ver los impresionantes camiones y maquinaria, decía:”eu xa non son diste mundo”.  La misma sensación que yo siento en mi día a día; están más preparados mis hijos para nuestro entorno, que yo. Con la diferencia que yo acumulo más de 35 años de experiencia profesional, y ellos, están intentando encajar en su primer empleo.

¿Como trasladar experiencia, y cómo guiar hacia puestos que todavía no existen…?

Entonces recordé otra etapa de mi vida, en la que “fiché”como profesor asociado en la Universidad. Fui honesto y les conté a mis alumnos lo mismo que acabo de contar: ¿cómo enseñar, si no sabemos para qué debemos preparar a los alumnos?.

Les propuse un reto; ser trangresores y aplicar un modelo de enseñanza nuevo: no saber cómo serán los puestos de trabajo del futuro no significa no tener ni idea de ómo prepararse para “lo que pueda venir…”

Les expliqué que de lo que no cabía ninguna duda era de que, cada vez más, sería necesario trabajar en equipo, moverse en escenarios inciertos, en los que deberían ser capaces de buscar información y preparase…, y también que seguro necesitarían hablar en público y defender sus planteamientos -fueran los que fueran.

Sin más, cambiamos los papeles; se organizaron en equipos de tres, y repartí el temario entre cada grupo; nunca más estarían sentados digeriendo los contenidos masticados que les ofrecía su profesor (yo). Desde ese momento, cada grupo preparaba su parte del temario y lo presentaba al resto de la clase, ofreciendo la bibliografía conveniente. Mi papel era dar apoyo mientras preparaban los contenidos, y corregir -si era necesario- la exposición correspondiente.

Ni un examen, ni prueba adicional, y siempre he pensado que este método es mucho más justo (se nota perfectamente quien ha trabajado y quien no, y quien domina la materia y quien no…,

Algunos equipos se rompieron durante el curso, y me pareció parte del aprendizaje: no es lo mismo contar con un compañero(incluso un amigo) para tomar una  cañas, que para trabajar.

Me quedé contento de la experiencia, y me gustó que -en la valoración que los alumnos hacían de los profesores, yo quedase por encima de la media.

Yo nunca exigiría a los alumnos asistencia a mis clases, sino que la consideraría un índice de hasta qué punto mis clases aportan algo que no digan los libros que los estudiante pueden consultar en la biblioteca o en casa.

Por cierto¡¡¡¡. Otra cosa que invariablemente ha sido valorada- y más lo será en un escenario de creciente globalización, son los idiomas. Si tienes un familiar o conocido universitario, coméntale que cuando empiece a buscar empleo, será demasiado tarde para empezar a estudiar idiomas; es necesario planificar los currículos¡¡¡