Sábado de renovación de la Corporación coruñesa, justo hace una semana. Sonrisas -las lágrimas ya llegarán -amabilidad, abrazos, flores, promesas chuscas y discurso institucional que nos retrotrae, por la entonación y el contenido al de hace cuatro años, por lo que pronto reparas que ni siquiera es una declaración de intenciones sino la necesidad imperiosa de que pase ya el día de la investidura del que la prensa, más o menos entregada a la causa, saque un bonito titular y ¡hala, a lo de siempre que hay prisita!

Seguramente se nos podrá tachar de superficiales cuando nos adentremos en el proceloso mundo del vestir y el “entonar”, pero algunos, quizás chapados a la antigua, somos firmes convencidos de que la imagen, si siempre es importante, cuando representas a tus vecinos desde un cargo institucional, cuando representas a tu ciudad, es condición sine qua non de todo político que se precie.

Sin embargo ya nos tienen acostumbrados las y los señores políticos a sus excentricidades en el vestir y en el prometer en el momento de sus investiduras; modelitos más o menos acertados, y frases fuera del contexto del estricto respeto a la Constitución adornan los actos de toma de posesión. Y en esta ocasión sin duda alguna “the Óscar goes to” al concejal que llegó con su gesto y alocución a ser el más frívolo de todos, rozando incluso la falta de respeto, ha sido para Gonzalo Castro del grupo socialista; quizás sería oportuno recordarle al nuevo concejal que existen los tirantes y que es recomendable leer si uno no sabe memorizar o tiene tendencia a que se le lengue la trabe, y que si se va a prestar el juramento o promesa probablemente más importante de tu vida, el de servir a los demás, y lo haces delante de la Carta Magna, tú mano deba ir a ella y no a la cintura de tu pantalón; pero el patetismo de tal escena llega a su clímax cuando el susodicho edil promete ser puntual; y se nos ocurre que por qué no ha prometido acostarse temprano, tomar el café descafeinado, ir al gimnasio o utilizar el transporte público, ya puestos a decir memeces, éstas no hubieran desentonado.

Los nacionalistas una vez más con su ejemplar de Sempre en Galiza de Castelao, su clavel rojo y su “reparo” a la Constitución que después de tanto tiempo ya empieza a sonar rancio más que comprometido “co seu país”. Quien por cierto también reparó por imperativo legal fue la inefable Yoya Neira, debe ser que sufre de amnesia y se ha olvidado de quienes han sido padres y artífices de la Constitución: los socialistas.

Los populares siguieron estrictamente el guión, nada fuera del mismo, correctos, serios y respetuosos.

De amarillo vestía la re-novada alcaldesa que según un diario local demostraba así no ser supersticiosa; pero Inés Rey no puede serlo ya que en lo que afecta a su gestión en los próximos cuatro años, nosotros y ella sabemos que todo va ser como la del mandato anterior y por lo tanto previsible, o sea sencillamente nefasta para la ciudad. Y si a ello añadimos que, sacando 1.400 votos menos que en 2019 y siendo el único partido que no mejora sus datos, por esos caprichos de la ley electoral, se apunta dos concejales y acaba siendo alcaldesa, no se puede sostener que sea supersticiosa sino esperar a que sólo decida si juega o no a la lotería porque es sencillamente una suertuda.

En todo caso los outfits de la alcaldesa y su gusto por la notoriedad ya quedaron bastante evidenciados en el bochornoso espectáculo del martes de Carnaval que mejor olvidar.

Aburrida, muy aburrida fue su declaración de intenciones, si hace cuatro años había algo de ilusión por su llegada, ahora sólo hay resignación; si en junio del 19 la correlación de fuerzas auguraba un mandato lleno de acuerdos, ahora o el BNG transige, y está claro que ya lo ha hecho y por nada, o la ciudad estará paralizada aunque, bueno, viendo las ocurrencias de la señora Rey y su equipo casi mejor que no hagan nada.

Quizás una novedad estribe en que su equipo es ahora más homogéneo y compacto: una lista hecha al gusto del señor de Outes, donde la señora Cabanas y el señor Borrego únicos supervivientes no lagistas de aquel primer gobierno, han decidido vender su continuidad al alto precio de la cesión de su integridad política y hasta personal, y es que estar a la sopa boba cuatro años más es un gran seguro de vida, pero quizás no debieran olvidar que cuando uno no pertenece al núcleo duro del lagelato siempre pueden acabar como otrora sus compañeros: cesado (Acón), acosado y dimitido (Villoslada) o intervenido (Fontán); y si a ello le unes la ausencia de carácter, resiliencia, resistencia, e integridad que adornaron a los “fusilados” pues el resultado es éste, no ser nadie en la corte de la Reyna.

Nada diremos de la señora Paz cuya presencia en el servicio de Seguridad Ciudadana aún anda rondando por los Tribunales. Ni de la señora Canosa, que aunque procedente de la docencia universitaria su nombre se vincula más a recientes episodios contractuales que a sus labores profesionales y que llega con nula experiencia de gestión pública. Al igual que ella, y sin ninguna experiencia previa, llega la señora Martínez, activista LGTBIQ+, procedente de la docencia en Secundaria, con un título de ingeniería de montes bajo el brazo que suponemos servirá para ocuparse de la ingente cantidad de árboles que tenemos en la ciudad a ver si de ésta dejan de enfermar, caerse o crecer delante de las ventanas de los sufridos coruñeses. El mundo del fútbol, que no del Deporte, podrá estar de enhorabuena porque el señor Vázquez no tendrá ni idea de la carrera Enki, de traineras, halterofilia, atletismo, hockey, básket…, así que tranquilos todos que lo mismo ha llegado a la Casa Consistorial quien tenga la varita salvadora del Dépor, aunque bien pensado este buen hombre ya formó parte de una Directiva del Club de nuestros amores y dolores, y ahí seguimos.

A todos éstos señores y señoras hay que unir los ya conocidos, que no reconocidos, de Dinís Díaz y por supuesto el mandamás de Palacio, el señor Lage.

¿Creian ustedes que se nos olvidaba el señor Gonzalo Castro? Imposible olvidar a un personaje así, desde su conflictivo paso por el BNG pasando por la jefatura de gabinete de la alcaldesa a la que no tardó en unir la coordinación de Alcaldía, ha llegado al Olimpo de los concejales, seguramente para hacer ya públicamente y con mando en plaza lo que venía haciendo en la sombra: mangonear en el mundo del festejo que no de la Cultura -es más que probable que desconozca quiénes fueron Monet, Mussorgsky, Ishiguro o Niemeyer, por dar algunos ejemplos- pero poco importa cuando lo que te va es el sarao y la nocturnidad.

En fin que ya no sólo él reloj de María Pita da las campanadas, sino también sus más destacados moradores, seguramente será porque, como a la miss España aquella, les gusta estar en el candelabro.