El domingo, justo tras ejercer mi derecho al voto, publiqué en las redes sociales un post en el que únicamente manifestaba: “Por una España próspera de ciudadanos libres e iguales”. Ese era mi deseo. Esa era mi voluntad. Pero a la vista de los resultados, creo que no va a ser posible que se cumpla. Y bien que lo lamento.

No me duele en prendas reconocer que en muchas ocasiones he sido muy crítico con el cainismo que ha canibalizado no solo a la clase política sino a buena parte de la sociedad española y con el hecho de que este país se odie a sí mismo, con todos los perjuicios que ello conlleva. Pero sobre todo he denunciado y he sido crítico con la desigualdades existentes entre los distintos territorios de España y, por lo tanto entre sus gentes, así como con las diferencias en los indicadores comparativos que se dan entre unas autonomías y otras.

Pues bien, con los resultados que nos ha dejado el 23-J en la mano, no queda sino decir que volvemos a la historia de siempre, que vamos a tener más de lo mismo. Y si se confirma el peor de los escenarios previsibles, lo vamos a tener en dosis muy superiores a lo que ya conocíamos.

El hecho de haber sido muy contestatario respecto a las políticas que favorecían las desigualdades y a la ausencia de reformas que hagan este país más próspero, me lleva hoy a sentir una mezcla de frustración y de desesperanza. 

Volvemos a las dos Españas, con una polarización más agudizada que nunca. Lo cual equivale a decir que de prosperidad, nada de nada. Y lo peor de la situación que nos dejan las urnas es que en medio de esas dos Españas se quedan una serie de fuerzas políticas –que en muchos casos no se sienten ni siquiera identificadas con el concepto y el sentimiento de español-, que son las que van a decidir realmente el futuro de nuestro país.

Es evidente que a Pedro Sánchez no le va a salir gratis el apoyo que necesita de los partidos nacionalistas. Es más, estoy convencido de que le va a salir más caro que nunca. El problema es que no lo paga él. Lo vamos a pagar el resto de los españoles.

La jugada de los vascos y de los catalanes está clara: te apoyo según lo que me des. Y cuando, como en este caso para Pedro Sánchez, lo que está en juego es permanecer otros cuatro años en La Moncloa, no va a reparar en concesiones. Lo que haga falta y más. Ya lo verán.

Y volveremos a las tensiones. Y volveremos a las concesiones. Y a los beneficios a discreción. Y se acrecentarán aún más los desequilibrios entre territorios. Eso es lo que realmente hoy me preocupa. Que el resultados que nos han dejado las urnas nos va a llevar a un escenario en el que se impongan las desigualdades. En el que los ciudadanos de determinados territorios van a tener muchas más oportunidades que otros. En el que van contar con muchas más herramientas para poder llevar adelante sus iniciativas y sus proyectos. 

Mi anhelo se ha truncado por completo. Tras el 23-J no habrá una España próspera de ciudadanos libres e iguales, sino todo lo contrario.